Lunes 22, Abril 2024  

La tierra nos convoca a salvarla y protegerla

En este día de la tierra saludamos a toda nuestra gente del campo, la que mantiene su apego y su amor por la tierra. De manera muy especial a todas las familias campesinas que viven de los frutos que brotan de los esfuerzos y del sudor, tanto de quienes siembran y cosechan como de tantas mujeres que dedican sus energías en cocinar y convertir en alimentos todos los productos del campo.

Celebramos este día en el ambiente de mayor peligro para nuestra madre tierra. Las noticias están atiborradas de guerras y de víctimas de las guerras, de despojos de poblaciones enteras de su territorio y de un planeta por el que deambulan millones de personas que emigran buscando un norte incierto porque en su tierra de origen, en el sur devastado, se cerraron posibilidades para vivir con dignidad.

Celebramos este día en una Honduras con su tierra acaparada por pocas personas y empresas y a su vez negada a muchísima gente campesina. Mucho se habla de la gente del campo, especialmente en tiempos de campañas, pero nunca ha variado la injusta tenencia de la tierra, y a la población campesina se le niega el acceso a la tierra, a préstamos y a insumos para cultivar. Es inevitable: la gente que vive en el campo y trabaja la tierra es la población más despreciada.

La juventud no tiene ninguna otra alternativa que emigrar a las ciudades o hacia el norte incierto porque en sus aldeas lo que le espera es miseria y estancamiento humano, económico y cultural. Nos vamos quedando con un campo sin campesinos, y las mejores tierras están destinadas a la agroindustria y los monocultivos los cuales van acompañados del despojo de las riquezas naturales.

Esa tenencia de la tierra es una bomba con mecha encendida. El latifundio y minifundio es un factor productor de violencia y de iniquidades. Y no parecen existir decisiones a fondo para transformar este estado de cosas. Se han constituido comisiones, pero el único éxito que se conoce es el desalojo de campesinos pasando por encima de los más elementales derechos humanos.

Así como el planeta entero necesita de un reordenamiento estructural para proteger la tierra y a los habitantes originarios de sus territorios, así como las selvas y toda su riqueza amenazada, necesitamos en Honduras una ley agraria que rompa con la injusta tenencia de la tierra. Ese es el sueño por el que cobra valor la lucha campesina y popular, y es el sueño por el que dieron su vida los mártires del Jute, los mártires de la Talanquera, los mártires de los Horcones y los mártires del Astillero.