Nuestra palabra
Miércoles, 11 Julio 2018

¿Qué es una oligarquía? ¿Qué tenemos que ver con ella?

¿Adónde van a parar finalmente las ganancias de todas las compras que hacemos, tanto de lo que usamos en la cocina, en el dormitorio, en el baño, para hacer llamadas, movernos al trabajo, o incluso del televisor en el que vemos el fútbol, o las cervecitas heladas que nos tomamos para ver ganar o perder a mi equipo favorito? ¿Sabe Usted quienes son los propietarios de mi equipo favorito?

¿Sabe acaso Usted la relación que hay entre los propietarios y empresas que reciben las ganancias netas de la inmensa mayoría de lo que compramos con el Estado y la política? ¿Y la relación que hay entre estas personas y empresas con obras y fundaciones de beneficencia como la Teletón?

De entre los más de ocho millones de habitantes, existe un grupito de un poco más de 200 personas que además de ser multimillonarias y tener el control final de casi todo lo que se vende y se compra en nuestro país, usan el Estado y la política para lograr exoneraciones, es decir, no pagar impuestos por sus ingresos.

Estas personas no solo controlan todos los hilos de la economía y de la política. Son los socios internos del capital de las multinacionales, es decir, los capitales extranjeros tienen presencia en todo el país, en todos los pueblos y comunidades a través de este reducido grupo de personas multimillonarias. Siendo tan poquita y tan multimillonaria, esta gente es la más alta élite de poder. Es la oligarquía, la misma que acumula la mayoría de riquezas del país a través del control de la institucionalidad del Estado y por ser socias internas del capital de las multinacionales.

Una de las características de este grupo familiar es el afán desmedido de acumular. Toda la gente, de todos los estratos y edades es contribuyente de esta oligarquía. Al comprar cualquier cosa, la mayoría de la gente pobre ayuda todos los días a que esa oligarquía se haga más pudiente y poderosa. Y hasta con el vuelto se quedan cuando vamos a una farmacia o un supermercado, dizque para obras caritativas. Pero esas obras caritativas son solo pantalla. Es un medio usado por esas familias organizadas en Fundaciones para evadir impuestos y lavar dineros sucios. Hacen caridad, pero para sacar todavía más dinero del Estado y de la gente sencilla.

La oligarquía nunca da nada gratis. Todo lo cobra de muy diversas maneras. Si dan ayuda, supongamos, a una iglesia, ni lo dude, es con la seguridad de buscar que sus pastores nunca jamás denuncien sus abusos, o para tenerlos a mano para sus servicios religiosos privados o les bendigan sus negocios.

La oligarquía no permitirá que se desarrolle un empresariado honesto y luchador. Quien haga pública esta situación de acumulación y de monopolios, o quienes reclaman el derecho a un modelo económico, político y social distinto, de inmediato se defienden con las leyes o usan el ejército, la policía o la Policía Militar del Orden Público. Y si hay necesidad para proteger sus privilegios, organizan golpes de Estado o fraudes electorales. Como consecuencia, el país no podrá ver un camino nuevo con este modelo que permite que la oligarquía acumule infinitamente, y a la vez empobrece en extremo a millones de compatriotas. Este modelo es un dispositivo productor perpetuo de violencia.

El papa Francisco nos sale al paso con estas iluminadoras palabras:“hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión”.(Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 59)

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