«Con Romero, Jesús caminaba nuevamente entre su pueblo». Esta frase fue parte de la biografía de monseñor Oscar Arnulfo Romero, hoy declarado beato de la iglesia Católica. El arzobispo de San Salvador monseñor José Luis Escobar Alas, dio lectura a un texto en el que contaba la vida y testimonio de este obispo a quien el pueblo salvadoreño y latinoamericano ya tenía en un altar desde el día de su asesinato hace 35 años.

Cientos de miles de personas asistieron a este hecho histórico en San Salvador. El pequeño país centroamericano acogió a mas de 500 mil personas. El pueblo que tanto amó Romero pasó día y noche, bajo sol y también fuerte lluvia esperando el momento en que declararan a su santo, oficialmente beato de la iglesia.

El papa Francisco firmó la aprobación de la beatificación el 3 de febrero de 2015. Muchas personas entre la multitud llevaban carteles agradeciendo al padre de Roma por acelerar el proceso de beatificación que estuvo alrededor de dos décadas detenido en el Vaticano.

El templete, con el altar principal en el centro estuvo ocupado por mandatarios de varios países entre ellos el presidente de Ecuador, vicepresidente de Venezuela, y ex presidentes de los países de Centroamérica. También cientos de sacerdotes, obispos y cardenales se sentaron frente al altar.

Alrededor del templete, al margen, estaban los miles, el pueblo que amó tanto Romero. Mujeres, madres, niños, niñas, ancianos, campesinos, jóvenes, fueron miles quienes esperaron en vigilia el momento.

El evento comenzó con una animación previa a las 8 de la mañana, mientras el mercado se movía. Camisetas, souvenires, recuerditos de San Romero de América.

A las 10 de la mañana comenzó el acto de beatificación con la lectura de la petición oficial de beatificación por el arzobispo de San Salvador al representante del Vaticano. Seguido de la  biografía.

«El padre Rutilio Grande tocó el corazón de monseñor Romero. Cuando este fue asesinado con los dos campesinos que lo acompañaban, Romero los lloró amargamente como quien llora a un familiar.

Al velar a su amigo Rutilio Grande  sintió que debía tomar su lugar a costa de morir. -Esa noche recibí desde el cielo el don de una fortaleza particular- dijo Romero, quien a partir de allí usaba un lenguaje más explícito.  Monseñor Romero tomó las defensas de su pueblo como lo pedía la iglesia con la opción preferencial por los pobres».

Romero fiel a este misterio, eligió a su pueblo, sintió el olor de su rebaño y el pueblo sintió el olor de su bastón.

Tras recordar el legado de Romero, prosiguió la lectura de la carta apostólica en latín, por el enviado del papa Angelo Amato y luego el arzobispo de San Salvador la leyó en español.

Al terminar, un grupo de sacerdotes sacaron las reliquias de monseñor Romero, la camisa ensangrentada con la que andaba el día de su asesinato. En ese momento se descubrió el rostro de San Romero de América en una valla gigante. La gente gritaba mientras en el cielo, naturalmente apareció una halo de sol.

Seguido del acto de beatificación se dio la celebración eucarística.

El Vaticano ha anunciado que la canonización oficial será en noviembre en Roma.

Al elevar a monseñor Romero, un obispo que luchó por la justicia social, que se quedó con su pueblo asesinado por un modelo económico y político represor, la iglesia Católica abre nuevos senderos. El pueblo salvadoreño da lecciones al mundo, su santo ahora es un santo de la iglesia. Queda el futuro para recordar quien fue Romero y acabar con el sistema que  lo convirtió en mártir a él y a miles de personas que se han opuesto a las injusticias sociales.

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