El Progreso, Yoro es una ciudad pequeña, pasa desapercibida a veces porque es una ciudad de paso, casi una analogía de la Honduras que pasa desapercibida ante el mundo. Esa pequeña ciudad entre San Pedro Sula (la ciudad más peligrosa del mundo) y el atlántico hondureño es caracterizada por ser expulsora de migrantes, ya sea al interior del país como al exterior. De esa ciudad salió Eva Nohemy en 2010, huyendo de la pobreza y la violencia que le arrebató a su esposo, padre de dos de sus tres hijas. El camino ya era riesgoso. Eva fue una de las víctimas de la masacre en Tamaulipas ese mismo año.
Eva tenía 26 años, su madre dice que era una “busca vida”, es decir que la situación de desempleo nunca la paralizó, siempre buscó qué hacer para ganarse la vida para ella y su familia. Vendía artículos o comida, buscaba trabajitos, sobrevivía. A los 16 años un hombre la embarazó y la dejó. Ella después se juntó con un hombre responsable con quien procreó dos hijas más. Así llevaban su vida, en un pequeño barrio de El Progreso, hasta que un día le dispararon a su esposo, y todo se derrumbó.
Doña Élida Cerrato tiene rostro cansado y unos ojos permanentemente tristes, como si los últimos años le cayó de golpe la vejez. Ella cuenta que su hija le dijo que le ayudara con sus hijos, que ella debía partir porque principalmente quería olvidar el asesinato de su amado y segundo porque al no tener más apoyo, a ella le tocaba cubrir los gastos de toda la familia y eso ya se había puesto muy difícil en Honduras.
-Yo le dije que no se fuera, que aquí como sea se pasa. Pero usted sabe cómo son los jóvenes, siempre esperando futuro. Solo a encontrar la muerte fue.
Eva fue secuestrada y llevada a un viejo rancho en San Fernando, Tamaulipas en México. Ella y 73 migrantes más. Allí fue masacrada por el cartel de Los Zetas. Una de las masacres más grandes ocurridas a migrantes en ese camino que sigue siendo peligroso, mortal. Una masacre que tuvo diversos actores, entre ellos autoridades del gobierno mexicano y que familiares de víctimas y organizaciones de derechos humanos catalogan como impune aun.
En 2011 sucedió otro asesinato masivo de al menos 193 personas encontradas en fosas clandestinas en ese mismo lugar.Cabe mencionar que la activista Isabel Miranda de Wallace afirma que la cifra de muertos rebasa los 500, pero que el gobierno estatal de Tamaulipas supuestamente ha prevenido que esa información se difunda. Esta masacre representa el segundo asesinato en masa de este tipo en el Estado de Tamaulipas, habiéndose realizado anteriormente la primera masacre de San Fernando entre en 22 y 23 de agosto de 2010, en la que fueron asesinados 72 inmigrantes ilegales, imputados también a los Zetas.
De la primera masacre se supo y se recuperaron los cuerpos gracias al testimonio de dos sobrevivientes. Doña Élida cuenta que su hija la llamó un día antes de su muerte el 20 de agosto de 2010, le dijo que ya pronto iba a cruzar. Cuando no tuvo más noticias de su hija se preocupó pero esperaba que más bien apareciera deportada. Sin embargo, una noche mientras veía las noticias vio una foto de su hija que posiblemente estaba entre las muertas en Tamaulipas. Doña Élida lo cuenta como si no le afectó en ese momento, como si se lo dejó desde ese momento todo a su dios.
Unas vecinas se dieron cuenta que Eva podía estar entre los muertos y le dijeron a doña Élida que acudiera al Comité de Familiares de Migrantes de El Progreso (COFAMIPRO) donde podían apoyarle para hacerse un examen de ADN y asegurarse que su hija estaba muerta y poder repatriar su cadáver.
Así, dos años después doña Élida se hizo el examen de ADN y dos años más tuvo que esperar para enterrar a su hija. –Le doy gracias a Dios porque ya sé que ella está muerta y no estamos en la incertidumbre de estar esperándola.
Doña Élida se siente un poco afortunada, porque al menos no está como otras madres que llevan años buscando a sus desaparecidos, ya sabe dónde está su hija. Solo en El Progreso son 562.
562 migrantes desaparecidos, 80 muertos, y miles que siguen saliendo cada semana, dicen las cifras que maneja Cofamipro, las señoras que una vez perdieron a sus migrantes y les toca escuchar cada vez más de esas historias, porque la situación ha empeorado y siguen llegando denuncias a su oficina. La vida cada vez es más difícil de rebuscar en Honduras.
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Migrantes: carne de cañón
Cuando el papa Francisco visitó la frontera sur en febrero de 2016 repitió algo que varios sacerdotes, voluntarios, organizaciones de DDHH habían dicho ya: los migrantes son carne de cañón, los migrantes son el negocio más rentable para criminales. Las personas en la frontera parecen quedar en un limbo donde sus derechos se difuminan, es fácil violentarlos y eso es rentable.
«Un paso, un camino cargado de terribles injusticias: esclavizados, secuestrados, extorsionados, muchos hermanos nuestros son fruto del negocio de tráfico humano, de la trata de personas. Esta crisis, que se puede medir en cifras, nosotros queremos medirla por nombres, por historias, por familias. Son hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por el narcotráfico y el crimen organizado», dijo el santo padre.
Y esta es una realidad que nos golpea en la cara a todos los centroamericanos. En una entrevista dada a Radio Progreso y Radio Ambulante, un “coyote” explicaba que desde que se sale de Honduras, todo el camino es controlado por diversas mafias.
“La gente que no tiene dinero que ni se arriesgue, porque va a sufrir, puede dejar la vida allí. Las cosas ya no son como antes que se arriesgaban y cargaban la mochila con comida y se iban en busca del sueño americano, eso ya no existe” dijo en esa ocasión. LEA HISTORIA COMPLETA AQUÍ.
Se ha vuelto tan vulnerable la gente en Méjico que es un negocio, los Zetas lo entienden bien, alimentan su cartel con el terror que siembran y la cuota nunca falla. También lo entienden las autoridades coludidas.
El coyote lo repetía: el tráfico de indocumentados nunca lo van a parar.
Aunque Obama crea que con su anuncio de deportación, los expulsados, los marginados pensarán dos veces en irse, esto no lo van a parar.
Aunque el presidente de México asegure que detendrá a los migrantes quitándoles “la bestia”, esto no se para así.
Aunque el presidente de Honduras y su primera dama prometan a las familias retornadas condiciones de vida dignas para que no quieran huir del país, esto no se para de la noche a la mañana. Hay mucha gente enriqueciéndose, dentro del gobierno, en las fuerzas del orden público, en los carteles de la droga y crimen organizado, en el camino hacia el norte y sigue habiendo hambre, violencia e impunidad en este país que expulsa a su gente.