Enseñanzas de una convocatoria
Que el llamado a movilizaciones populares para exigir y demandar provenga de la más alta autoridad del gobierno es buena noticia. Advierte que la protesta pacífica y organizada es un derecho popular. Y así se legitima el reclamo cuando se tratan de demandas nacionales.
Los reclamos o peticiones no solo son legitimados por el gobierno, sino que así lo dice la Constitución de la República en su artículo 80. Así como la presidenta llama a movilizaciones para demandar que el Congreso Nacional cumpla con su mandato de elegir al Fiscal General y su Adjunto, también las personas, organizaciones y comunidades tienen derecho a salir a las calles para demandar que se atienda sus demandas sobre tierra, salud, educación, empleo y respeto a los derechos humanos.
Queda establecido que la gente que sale a las calles a manifestarse pacíficamente no es porque sea revoltosa o porque esté opuesta al desarrollo o porque sea cabeza caliente, sino porque en una sociedad en donde se han negado o postergado los derechos de millares de personas, la Constitución establece el derecho a protestar y a exigir que el gobierno cumpla.
Y esto es propio de una ciudadanía activa y rebelde que expresa la voluntad porque se respete la dignidad humana y también la soberanía nacional en el cuidado de los ríos, la minería, la tierra y todos los bienes comunes y servicios públicos.
La rebeldía en lugar de ser negativa, es un rasgo que canaliza pacíficamente el descontento de un pueblo que necesita que se le oiga y se atienda su clamor. La protesta social y política necesita otro factor para que la rebeldía no se quede atrapada en la coyuntura. Ese factor es la propuesta. No se trata solo de protestar en negativo, sino de proponer para que los reclamos sean oportunidad para el diálogo y la búsqueda de soluciones que expresen consensos.
¿Qué ingredientes no debían faltar en las movilizaciones actuales hondureñas? Uno, que sean auténticas y autónomas de las demandas de las comunidades y organizaciones, y no sometidas a líneas únicamente partidarias, y peor todavía que estén condicionadas por proselitismos políticos electorales. Cuando esto ocurre las demandas se adulteran y pierden su fuerza. Dos, que las luchas y demandas serán mucho más válidas cuando todas ellas se insertan en el compromiso por la transformación de las estructuras de corrupción neoliberales para que Honduras logre liberarse de las ataduras que la mantienen como patria vendida y alquilada.
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