La corrupción: ¿Quién tira la primera piedra?
Cuando la administración de bienes y riquezas la orientamos hacia el bien exclusivo de pocos en contraposición del mal que se produce en mucha gente, estamos atrapados en la dinámica de la corrupción, entendida ésta como el uso perverso de los bienes que Dios nos ha donado para administrarlos conforme al bien común.
Cuando se usan los cargos como privilegios y como oportunidad para sacar ventajas personales, familiares o de grupos, y cuando acaparamos recursos y desviamos fondos públicos aprovechando puestos o títulos políticos, privados o religiosos estamos cayendo en la dinámica de corrupción. De igual manera, cuando nos escudamos en un cargo o título para recibir beneficios, prebendas o canonjías de parte de sectores económicos o de poder también estamos cayendo en la corrupción.
Cuando nos quedamos callados ante situaciones de corrupción porque quienes lo realizan tienen con nosotros lazos familiares o de amistad, o cuando nos callamos para no meternos en problemas, nos da miedo o no queremos arriesgar el trabajo o la seguridad personal y familiar, entonces estamos participando como cómplices de la corrupción. Cuando en una misma instancia el jefe tiene empleada a su familia, o se promueve el empleo de parientes sin importar sus competencias, eso es corrupción.
Cuando callamos ante los sobornos, y todavía más, cuando somos condescendientes con el pago de mordidas a empleados públicos de alto, medio o bajo rango, quizá porque queremos agilizar un trámite o para ahorrarme el tiempo y fastidio de ir a pagar una esquela o una multa, estamos condescendiendo con la corrupción. Así como los cauces de los ríos que los hay muy grandes, medianos, regulares, pequeños y riachuelos, así la corrupción existe desde la más grande hasta la pequeñita, ¿en cuál de ellas estamos nosotros?
Es muy difícil que alguien de los que vivimos en Honduras nos decidamos a tirar la primera piedra sin sentir el cosquilleo de nuestras propias corrupciones, aunque sean pequeñitas. Un punto de partida para hacer frente a la corrupción es identificar a los responsables de las mayores corrupciones en el país, pero sin dejar de preguntarnos qué hacer para quitarnos las pelusas y las vigas de corrupción que tenemos en nuestras vidas personales, familiares, eclesiales, institucionales, privadas y públicas.
Es cierto que nos podemos liberar de la corrupción, pero nunca lo lograremos solo tirando la piedra hacia fuera y a los demás, sino cuando luchemos contra la corrupción institucionalizada y cuando con la misma fuerza luchemos contra nuestras propias y personales prácticas y actitudes corruptas, que todos las cargados.
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