

Sobre impunidad
Impunidad es todo aquello que tiene que ver con dejar intacto los delitos y dejar intocables a quienes los cometen. Impunidad es cuando quienes cometen delitos o crímenes cuentan con la protección y se sienten protegidos por la institucionalidad del Estado y también por el ambiente de miedo y de permisividad.
La impunidad se nutre de la debilidad de las instituciones y de la ausencia de valores y actitudes éticas. Se alimenta especialmente de la cultura patrimonialista que aconseja ver los bienes del Estado como propiedad de los políticos, y aconseja obediencia a ellos para recibir beneficios. Es decir, la cultura patrimonialista aconseja vivir en la impunidad y la corrupción.
La impunidad se apoya sobre cinco pilares: uno, en el poder que controla y domina; dos, en la debilidad institucional; tres, en la violencia; cuatro, en la ignorancia o bajo nivel cultural; y cinco, en la mentira. La persona impune usa el poder para callar las voces de las víctimas de sus acciones, para pagar favores y comprar autoridades y para pasar por encima de la ley. Quien actúa impunemente ejerce violencia, se basa en la violencia y cada acto que realiza sin que sea castigado va sentando las bases para que en la sociedad se diriman todos los conflictos y decisiones con la violencia y la fuerza.
La impunidad va siempre a la par de la corrupción. Quien actúa impunemente es porque tuerce leyes y porque maneja las conciencias de la gente en base al dinero. Nadie que sea impune deja de ser corrupto. Impunidad y corrupción siempre van de la mano, una lleva a la otra.
La verdad es a la impunidad como el día a la noche. Los impunes buscan presentar sus actos y su vida como ejemplos de la verdad. Mucha gente impune se presenta en la sociedad con ropaje de honorables políticos, respetables empresarios o venerables religiosos. Hacer brillar la verdad en estos ambientes de impunes, es jugarse la vida. Toda persona impune se guarda datos, dice las cosas a medias, nunca suelta prenda.
Hacer frente a la impunidad es arriesgar siempre la vida, y muchos de los luchadores contra la impunidad, serán frecuentemente tildados de imprudentes y atizar conflictos. Así fue visto Monseñor Romero y así lo mataron por decir en lo público en noviembre de 1979 palabras como las siguientes: “No le tengamos miedo a quedarnos solos si es en honor a la verdad. Tengamos miedo de ser demagogos y andar ambicionando las falsas adulaciones del pueblo. Si no le decimos la verdad, estamos cometiendo el peor de los pecados: traicionando la verdad y traicionando al pueblo”.

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