Miércoles, 06 Diciembre 2023  

Un año de Estado de excepción

En efecto, se cumplió un año y todo ha pasado sin ton ni son. La inseguridad sigue sin alterarse, las extorsiones y asesinatos siguen siendo realidades indiscutibles para angustia de barrios, colonias, autobuses y transeúntes. Cada vez se renueva el Estado de Excepción y aquí no ha pasado nada.

Digamos que sí ha pasado. La fuerza militar y especialmente de aquella cosa creada en los años tenebrosos de Juan Orlando Hernández, llamada Policía Militar del Orden Público, un año después tiene más peso que antes. No solo dirigen los operativos para perseguir delincuentes, sino que se han tomado las cárceles en sus manos.

Sí ha pasado algo. Ha crecido la re militarización de la sociedad y los militares se han empoderado, justo cuando se ha puesto en marcha una propuesta de transición hacia la democratización de Honduras. ¿Quién iba a decir que los moteados verde olivo se convertirían en un poder muy preferido y hasta consentido de la administración pública?

Y a ese color se une el color azul sublime de las cúpulas policiales, a las que se acusa actualmente de seguir coludidas con sectores del crimen organizado y de haber al menos consentido la atroz masacre de mujeres el 20 de junio pasado en la cárcel de mujeres de Támara. Y la estela de sospechas tanto del verde olivo como del sublime azul policial en procesos criminales nunca se investigó a fondo. Y ahora dirigen con alta impunidad el continuado Estado de excepción.

Y lo repetimos: el peligro actual es que ante la ola de violencia y criminalidad, se sigan protegiendo a los verdaderos barones y maras de altísimo vuelo, mientras se persigue a rienda suelta a los supuestos delincuentes callejeros y juveniles. Y bien lo sabemos: ningún operativo de fuerza o reactivo resolverá por sí solo el agudo y hondo problema de violencia y seguridad. Lo puede calmar por una temporada, pero sin duda se alborotará después, porque las razones de inseguridad y sus promotores siguen intactos.

El Estado de Excepción podrá tener muchos dividendos en las cúpulas, pero en las bajuras la inseguridad sigue campeando, porque el asunto de país es mucho más que un barnizado de verde olivo moteado. Es asunto de políticas públicas de fondo que aborden de lleno la violencia estructural de la sociedad.