Nuestra palabra
Sábado, 09 de febrero de 2019

El Salvador es un ejemplo

El candidato de la conservadora Gran Alianza por la Unidad Nacional, GANA, Nayib Bukele, venció en las elecciones presidenciales de El Salvador. ¿Sorprende?, pues no. Las encuestas lo habían anunciado y la realidad del pueblo salvadoreño también. Es una victoria que hace historia en el país centroamericano, rompe con el bipartidismo y la alternancia en el poder de la izquierda y derecha tradicional que gobernaron en los 25 años.

Nada de eso sorprende ni debería sorprender al partido de gobierno, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN, pues su suerte, convertirse en la tercera fuerza política de El Salvador, se veía venir desde las últimas elecciones legislativas del año anterior donde se le dio una victoria a la derecha.

Con las elecciones en El Salvador: ganó Bukele, la juventud también se hizo sentir y también se manifestó el descontento ciudadano que se hartó de las promesas vacías de profundizar en las reformas que debieron haberse traducido en una mejoría del nivel de vida en la población salvadoreña. Rechazados los políticos tradicionales de izquierda y de derecha. La derrota del FMLN, partido en el gobierno, le plantea el gran reto de reinventarse.

En Honduras se siguió muy de cerca la elección. Y ganó el candidato que en su campaña política se pronunció en contra del régimen de Juan Orlando Hernández y condenó su abuso de usurpar el poder por medio de la fuerza, el chantaje y el fraude. Algunos esperan que diga algo contundente ahora que es presidente, pero lo cierto es una cosa son posiciones que se asumen cuando se es candidato y otra muy diferente cuando se es presidente de una nación.

La política exterior de El Salvador, así como la de Honduras y todos los países en relación al resto de naciones no son posiciones de gobierno sino posiciones de Estado, una cosa es ser candidato y otra es ser presidente de una nación.

Lo que la comunidad latinoamericana reconoce, y lo han expresado muchos líderes políticos, y hasta los candidatos perdedores de El Salvador lo reconocen, es el papel que jugó el Tribunal Supremo Electoral. Muy distinto al papel que juega en países como Honduras. En pocas horas se dio a conocer los resultados, las tendencias de los resultados, una tendencia que no cambió. Hubo madurez política de los otros candidatos que tuvieron que aceptar el resultado que no dejaba dudas del triunfo de Bukele frente a una institucionalidad electoral que responde de manera transparente a dichos procesos.

La experiencia de El Salvador puede aportar mucho a lo que se quiere y se desea en Honduras, pero para eso se necesita que haya voluntad política de transformar los procesos electorales y no maquillarlos con simples reparticiones de poder como hemos experimentado en los últimos días con las mal llamadas reformas electorales.

 

Escuchar y descargar Nuestra Palabra
Derechos compartidos, citando la fuente | Contáctenos | Misión | Historia | www.radioprogresohn.net