En las esperanzas de diciembre
Diciembre, mes de nostalgias, de búsqueda de espacios familiares perdidos, del recuento de lo hecho, de lo medio hecho y de lo que no pudo ser. Y de aferrarse a esperanzas, aún en aquellas realidades que nada las prometen.
Diciembre es mucho más que la bullaranga del comercio de un ambiente navideño que nada tiene que ver con la Natividad del Señor de los Amaneceres. Es tiempo para renovarnos a la luz de las promesas y de la voluntad salvífica de quien nació para esperanza de los pobres. Y evaluamos lo vivido, incluso las angustias y los fracasos, para ofrecerlo como lo amasado en un año para que Dios convierta nuestras vidas en pan y en tamal que se parte y se comparte.
En la liturgia de la Iglesia, diciembre se adorna siempre con Adviento, esa oportunidad que se nos da para revisar la vida y abrir ojos y oídos para descubrir el paso de Dios por nuestra historia. Adviento nos advierte que Dios ronda por nuestras cotidianidades, y susurra en nuestro entorno para que dejemos que ponga su tienda entre nosotros, especialmente entre quienes todo lo han perdido.
Con Adviento Dios quiere sembrar de aliento los fracasos que cargamos para convertirlos en sonrisas y solidaridades. La bulla del comercio se esfuerza en callar la voz que clama en estos desiertos hondureños de desorden y corrupción. Adviento y Navidad es voz en el desierto que desenmascara los falsos brillos del capital, y nos muestra las luces que desde la marginalidad buscan alumbrar la vida inagotable del pesebre del Señor.
Con diciembre hacemos un recuento de la vida y nos aprestamos a tomar fuerzas para el camino por andar. Nuestra fe nos advierte que el Señor de los Amaneceres nace desde los escombros de la sociedad. Nace siempre desde la historia más débil de este mundo. Y desde ella nos invita a ir creciendo en el nuevo año, como crecen las esperanzas de quienes confían en la fuerza de la vida. Así es diciembre: repleto de paradojas. Con bullas del dinero en manos egoístas, y con murmullos de esperanzas populares; con luces comerciales que enceguecen, y con el humilde brillo que brota desde la oscuridad de los hambrientos; con banquetes atiborrados de abundancias mal habidas, y con taburetes vacíos que demandan un país más compartido. Así es diciembre, y así el Señor llena nuestras manos y nuestros sueños de todo lo que es bueno.
Escuchar y descargar Nuestra Palabra