Nuestra palabra
Sábado, 02 de febrero de 2019

Lectura Política

El Congreso Nacional, poder del Estado donde se toman las decisiones más trascendentales del país, no ha entendido lo que el pueblo mismo mandó a decir desde hace dos periodos electorales. La población hondureña ya no quiere más poderes absolutos que hagan y deshagan con el país. Y en estos últimos cinco años lo que han hecho es entregar con mayor fuerza el poder a una sola persona más que a un solo partido.

Después de las elecciones de noviembre de 2013 y de las elecciones fraudulentas de 2017, hay un cambio real en la distribución del poder dentro del Congreso Nacional. Los diputados, políticos y dueños de los partidos deben darse cuenta que ya no son aquellos tiempos en que estaban acostumbrados a que el poder se entregaba totalmente a aquel partido que tenía mayoría en el Congreso y que también tenía la titularidad del ejecutivo.

Así gobernó siempre el bipartidismo, Partido Nacional y Partido Liberal, se ponían de acuerdo para conformar esa mayoría calificada para aprobar todo lo que se pudiera aprobar sin ningún cuestionamiento. No entender lo que la población ha ordenado desde hace varios años, por medio del voto, es padecer de una ceguera tremenda provocada por las ambiciones de poder de unos y los grandes negocios que con la política hacen otros.

Y allí ha caído también la oposición, sobre todo los del Partido Libertad y Refundación, Libre, que con todo el derecho luchaban por una representación en el Registro Nacional de las Personas y en El Tribunal Supremo Electoral, pero dejaron pasar una excelente oportunidad de darle una voltereta al entramado electoral y construir nuevas reglas del juego donde no sólo se beneficien los políticos y sus partidos, sino que la ciudadanía y la democracia puedan salir victoriosas.

La ceguera que provoca la ambición les negó la oportunidad de hacer una lectura política correcta de estos tiempos. La ceguera que provoca el poder los inmutó. Lo mismo pasa con el resto de líderes de la mal llamada oposición que no son capaces de dejar a un lado sus intereses personales y grupales y pensar en el bien del país.

En esta nueva era, nuevos tiempos, pero con viejas prácticas, el Congreso Nacional ha quedado a deber mucho y lo más preocupante es que muy poco se puede seguir esperando de un poder que al igual que los otros dos poderes, está secuestrado por quiénes al final de cuentas quitan y ponen a los políticos.

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