Viernes, 27 Abril 2018

Los silencios del presidente

Tanto dentro como fuera del país el o los gobernantes de turno se comportan como si fueran directores de orquesta atribuyéndose una autoridad sobre el resto de la sociedad y los diferentes actores sociales. Son quienes establecen la agenda que hay que debatir, las prioridades, el qué hacer, el cómo, el dónde, el cuándo y el con quiénes. Y unido a esta pretensión está el que se consideran los únicos capaces para tomar decisiones e investidos de una especie de infalibilidad absoluta.

La verdad es otra muy distinta y sobre la cual no les gusta hablar: ellos no son los que mandan, sino los mandaderos de una ciudadanía que les ha llevado y dado el poder; no viven en el Olimpo por encima de todos y de todo; no pueden hacer lo que quieran y como quieran; son juzgados, cuestionados y tienen, a modo de la espada de Damocles, el “juicio político” de una sociedad que en cualquier momento los puede juzgar, destituir y apartar de muchas maneras.

Ni Juan Orlando Hernández ni la prensa nacional se hicieron eco de algo que se explicitó en la última y reciente Cumbre de las Américas. Allá todos los Jefes de Estado y de Gobierno del Hemisferio reunidos en Lima se comprometieron a cumplir y poner en práctica una serie de acuerdos que denominaron “El Compromiso de Lima”. Reconocen de manera implícita que ellos tienen como tarea fundamental “establecer la gobernabilidad democrática frente a la corrupción”. Y que, de una manera u otra, la ciudadanía tiene que obligarles a que sus gobiernos sean trasparentes y haya una rendición de cuentas.

El “Compromiso de Lima” es muy claro al señalar “que la prevención y el combate a la corrupción son fundamentales para el fortalecimiento de la democracia y el Estado de derecho en nuestros países, y que la corrupción debilita la gobernabilidad democrática, la confianza de la ciudadanía en las instituciones y tiene un impacto negativo en el goce efectivo de los derechos humanos y el desarrollo sostenible de las poblaciones de nuestro hemisferio”. En otras palabras, que la marcha de la sociedad dependerá de cómo sus gobernantes luchen contra la corrupción y hagan posible la vida democrática.

En estos momentos podemos señalar algunos temas de la vida política nacional que son objeto de discusión: la elección del nuevo Fiscal General y la del nuevo presidente de la Maccih. Ambos, tiene que ver con la posibilidad de construir un país que esté “al servicio de” o “controlando y por encima de la corrupción”. La reelección presidencial tuvo que ver con la falta de independencia de los poderes que permitieron manipular y cambiar la Constitución. No se quiere que pase lo de Guatemala donde el presidente y parte de su gabinete fueron destituidos, juzgados y condenados. Y donde el presidente actual, por dos veces, ha sido acusado de corrupción y mantiene una guerra a muerte contra la Cicig.

Las tareas y exigencias de los presidentes son claras y precisas: a) fortalecer las instituciones democráticas para la prevención y combate a la corrupción b) fortalecer la autonomía e independencia judicial c) desarrollar una cultura de la trasparencia, participación ciudadana y prevención de la corrupción para el fortalecimiento de los valores democráticos y cívicos d) promover campañas de concientización pública y participación ciudadana e) reconocer los aportes positivos de las poblaciones indígenas, sus valores y principios tradicionales f) promover la igualdad y equidad de género y el empoderamiento de las mujeres g) incluir a todos los grupos en situación de vulnerabilidad h) garantizar la trasparencia e igualdad de oportunidades en los procesos de selección de servidores públicos basados en el mérito, la equidad y la aptitud i) promover códigos de conducta para los servidores públicos. ¡Qué lejos estamos y nos tienen de esta realidad!

Sin estos lineamientos básicos no hay posibilidad de “gobernabilidad democrática”. Tanto en nuestro país como en el continente, los gobiernos, presidentes o autoridades políticas tienen este tema como una “asignatura pendiente”. Normalmente están en contra, son cómplices, promotores o encubridores de este cáncer de la vida política-social de nuestros países empujando a la desconfianza, desprestigio y condena por parte de una ciudadanía cansada de desengaño y manipulación.

Como ellos mismos dicen luchemos “por la Gobernabilidad Democrática frente a la Corrupción”.

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