Nuestra palabra
Miércoles, 12 de Diciembre 2018

Riqueza extrema

En la mayoría de los foros y de los informes públicos y privados, se suele acentuar la realidad de la extrema pobreza. ¿Por qué no acentuar con la misma fuerza también la extrema riqueza? ¿Qué es peor para la sociedad?: ¿La extrema pobreza que resulta de las relaciones económicas, políticas y sociales, o la extrema riqueza como principal detonante de la primera?

¿Es ético que existan ultramillonarios exitosos en una sociedad completamente fracasada y despedazada? ¿Hemos de aceptar como normal que existan personas que tienen tanta riqueza que pueden competir con los ricos más ricos de los países más ricos del planeta en un país con tantos millones de desempleados y que buscan encaramarse en caravanas para huir del país?

¿Es tan escandaloso que haya decenas de miles de niñas y niños que salen todos los días a rebuscarse en las calles, y por eso mismo, sin oportunidad para estudiar, como que en el mismo territorio existan unas cuantas personas que individualmente tienen fortunas superiores al salario mínimo anual de millones de compatriotas? ¿Hemos de aceptar esto como normal? ¿Esto ocurre por la suerte de unos y la mala suerte de otros, o porque Dios bendice a unas personas y maldice a millones de gente?

Leyendas y mitos aparte. Lo que tenemos aquí es una sociedad que la hemos organizado sobre relaciones de inequidad, dirigida y conducida por la gente más pudiente que define políticas conforme a sus intereses y antojos. La extrema riqueza y la extrema pobreza son dos polos de un único sistema estructuralmente injusto. Son polos que nunca se juntan, se repelen, se confrontan y uno existe en contraposición al otro, uno no puede existir sin ser corresponsable del otro. Es imposible que exista una extrema pobreza sin tener como contrapartida una extrema riqueza.

¿Por qué si nos preocupamos en tener Fundaciones para ayudar a gente pobre y enferma, no tomamos decisiones para reducir drásticamente la extrema riqueza, y para que la misma se redistribuya en políticas públicas para tener nuevos sistemas de salud, educación y reordenamiento agrario y de empleo?

¿Qué será más efectivo? ¿Los programas para reducir la extrema pobreza o tomar decisiones para parar realmente la extrema riqueza?  ¿O no será mejor hacernos la pregunta de cómo tocar las raíces del sistema productor de extremos? La polarización profunda no es ni la política ni la ideológica. La polarización de fondo es la que existe entre los ultramillonarios y los millones de empobrecidos. Esta polarización es la productora de escándalos y angustias cuyos lamentos suben hasta el cielo, y encararla a fondo es la máxima obligación ética, política y cristiana, si es que queremos vivir sin la violencia, la corrupción, la impunidad, la indignación y los odios que, con sobrada razón, pero sin faltar la dosis de hipocresía, preocupa en extremo a los moralistas, piadosos y personajes públicos de nuestro tiempo.

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