Vientos y tempestades
Felizmente el proyectil disparado en contra de la humanidad de Trump no acabó en un magnicidio, apenas rozó una oreja y una mejilla del controversial líder republicano quien, como sabemos ha sido condenado por 34 delitos y está en espera de una sentencia como delincuente oficialmente declarado por la justicia estadunidense.
El repudio de la comunidad internacional ha sido unánime. Como lo dijo la mandataria hondureña, Doña Xiomara Castro Sarmiento, en su mensaje de rechazo al atentado, la violencia nunca es el camino, solo engendra violencia. Y en efecto, el atentado ocurrido en contra del líder republicano estadunidense, es apenas la expresión de una violencia que se inserta en el núcleo del poder imperial de la poderosa nación norteamericana.
La violencia que subyace en el atentado del sábado 13 de julio, no es un hecho aislado. Se sitúa en la violencia y polarización que caracterizan al proceso electoral que culminará con las elecciones del próximo 5 de noviembre del presente año. Ese proceso electoral más que un hecho de democracia, es un hecho violento. Comenzando porque los virtuales candidatos hasta hoy, son dos personas que reúnen todas las condiciones para no ser candidatos. Un anciano decrépito, con notables signos de demencia senil, y en el otro extremo, un anciano enloquecido por el poder, el racismo y la discriminación, y a la vez declarado delincuente por la justicia estadunidense. Y esto es un hecho de violencia.
Es un proceso violento porque el Señor Trump ya ha dado señales de que no aceptará perder en estas elecciones, así como lo hizo cuando el 6 de enero de 2021 se sublevó con sus seguidores ante la Casa Blanca porque no aceptó ser un perdedor. Y estas elecciones se sitúan en un contexto de involucramiento del gobierno de los Estados Unidos en varias decenas de guerras a través del suministro de armamento y respaldo político. El proceso electoral estadunidense no puede estar aislado de la dinámica de violencia que impregna la política norteamericana a lo largo del planeta.
Todo mundo repudia el intento de magnicidio. Y ante esta respuesta mundial, bien harían los tomadores de decisiones en el gran gigante del Norte con revisar su actitud de soberbia y de violencia en el planeta para que en lugar de atizar guerras y conflictos en el mundo destine todos esos recursos a la paz, a reducir el daño al ambiente, acabar con el hambre, invertir para reducir la migración y promover el respeto a los derechos humanos. Soñamos con que ese gran imperio del Norte comprendiera, una vez en la vida, que se ha dedicado a sembrar vientos en muchos países del mundo y ahora está cosechando tempestades incluso dentro de su propio territorio.
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