El clamor de los tolupanes
“No necesitamos una bolsita solidaria, necesitamos ayuda para recuperar el territorio, con el territorio saneado tenemos toda la riqueza que necesitamos” Así nos cuenta Reynaldo Barahona, en su condición de indígena y defensor de la Tribu Las vegas de Tepemechín.
La riqueza natural que florece entre la lluvia y sol, contrasta con la pobreza de las 32 tribus indígenas. Las Vegas de Tepemechín alberga 32 comunidades, y no cuentan con un centro de Salud en su perímetro, tienen que caminar por cuatro horas para llegar al centro de salud más cercano, ubicado en el municipio de Victoria.
Su territorio está amenazado por terratenientes vinculados a la ganadería, madereros y mineros, quienes en la última década controlaron las alcaldías municipales y las utilizaron como estructuras para despojar del territorio a los tolupanes. Para estos grupos los indígenas no son humanos son una especie de animales en el territorio, nos cuenta un jefe tribal.
Una de las estrategias de los usurpadores es la división de las tribus y de la federación. Primero intentan sobornar a los liderazgos tribales, y cuando no lo consiguen amenazan o dividen las comunidades y organizan directivas paralelas para que les avalen permisos de explotación maderera. En otras ocasiones la ruta fue el asesinato de los líderes sembrando más terror en la población.
Ante la conflictividad interna de las tribus y ante las constantes amenazas de actores externos, las comunidades tolupanas demandan que se respete el derecho a la autodeterminación de los pueblos establecido en el Convenio 169, que permitan ejercer soberanía sobre su territorio donde han habitado históricamente y que desde 1864 existe el documento de propiedad a favor de los pueblos tolupanes.
Ante el abandono histórico por el Estado, las tribus tolupanas demandan establecer una mesa de diálogo para abordar los conflictos territoriales, donde se pueda priorizar la inversión del estado y una de ruta de trabajo entre las tribus, las municipalidades y gobierno central. Un diálogo y una ruta que conduzca a sanear sus territorios, como principal condición para salvar la vida de los indígenas y la Montaña de la flor.
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