German Rosa, s.j.

El año pasado el Poder Ejecutivo mediante el Decreto Número PCM-023-2022 creó la Dirección General de Información y Prensa del Gobierno de la República de Honduras y fue publicado en la Gaceta el 19 de septiembre de 2022. En dicha edición el Artículo 1 expresa:Créase la Dirección General de Información y Prensa del Gobierno de la República, como un órgano de la Administración Central adscrito a la Secretaría de Estado en el Despacho de Planificación Estratégica (SPE). Su titular será de libre nombramiento y remoción de la Presidencia de la República”.[1]

Entre las funciones de dicho organismo se establece que se realizará periódicamente un diagnóstico y evaluación de los recursos y las capacidades de todos los órganos y dependencias del Gobierno en materia de comunicación y redes sociales para coordinar acciones y racionalizar su uso. Además, llevará a cabo un permanente monitoreo y diagnóstico de todos los medios de comunicación convencionales y alternativos que operan en el país, así como de las redes sociales. Para ello podrá realizar o contratar mediciones, encuestas, estudios de opinión u otros medios técnicos necesarios.

La creación de la Dirección General de Información y Prensa de la República de Honduras ha provocado reacciones y controversias en torno a la libertad de expresión y el control de la información. Pues dado el contexto que estamos viviendo en la región con los vientos de autoritarismo, el fantasma de “la dictadura” amenaza la libertad de expresión en un proceso de refundación de la institucionalidad y el Estado de derecho en Honduras, después de doce años de dictadura.

Pero, esto no es para menos. Tampoco hay que obviar el peligro real de la desinformación. Vamos a analizar el poder de la desinformación en las redes sociales al servicio del poder político, económico y financiero. También destacaremos la importancia del respeto a la expresión y opinión pública para no poner en riesgo la misma democracia en el país.

El poder real de la información y de la desinformación

En tiempos de polarización política nos damos cuenta del poder de la información y también de la desinformación. Informar es dar a conocer a los ciudadanos y ciudadanas lo que ocurre con la crisis del agua, las vulnerabilidades ambientales y sociales, los casos de corrupción, la violencia delincuencial, los feminicidios, el Estado de excepción, el presupuesto de la nación, el proceso de selección de los candidatos a Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, la

creación de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Honduras (CICIH),etc. Informar es un modo de incidir en la política y sus consecuencias en el país. En este período de transición política en el que estamos inmersos, nos percatamos que las opiniones políticas están cada vez más influenciadas por la inteligencia artificial. Es decir, existe un influjo determinante de las máquinas inteligentes o computadoras que procuran maximizar las posibilidades de éxitos de las opiniones de los líderes políticos para que se conviertan en pensamiento dominante en la sociedad hondureña.

Las redes sociales como el Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp, Tik Tok tienen un influjo decisivo en la generación de opinión pública.

Dada esta realidad, no podemos ignorar que existe un riesgo real del influjo de las noticias falsas (fakenews) como modo privilegiado de algunos líderes políticos para imponerse en la opinión pública o para acceder al poder.

En los períodos políticos decisivos y en la transición que estamos viviendo después de doce años de dictadura hacia una reconstrucción de la institucionalidad y el Estado de derecho en Honduras, la informática se emplea para percibir, razonar, aprender de los usuarios sus tendencias y preferencias políticas, de tal modo que se van creando opiniones y ofertas electorales a la carta con toda la ingeniería de la inteligencia artificial, las redes sociales y las altas tecnologías para estimular las reacciones que se desean en la población. Evidentemente, a través de estos instrumentos técnicos se pueden generar relaciones emocionales con los usuarios. La tendencia es que las máquinas, las computadoras tengan tal interacción con los ciudadanos que puedan predecir sus opiniones y reacciones mediante la intensidad del uso del internet y las redes sociales, y al observar datos y procesos de comunicación política se utilizan algoritmos o cálculos sistemáticos para predecir los resultados del impacto publicitario o de las reacciones de los ciudadanos que en muchas ocasiones están siendo manipulados emocionalmente.

La eficacia del uso de la inteligencia artificial es de tal calibre que incluso en los períodos electorales se logran metas en términos de porcentajes de votos y de resultados electorales. Obviamente, estos instrumentos técnicos sofisticados logran conocer el razonamiento político y modificar las tendencias de las mismas preferencias electorales.

La información, el conocimiento y el saber tienen una gran incidencia política y también una fuerza tremendamente liberadora o terriblemente opresiva. Y todo conocimiento tiene un interés, según la finalidad con la que se pretenda emplear dicho conocimiento, porque puede cambiar la sociedad técnica, científica y culturalmente (Cfr. Jürgen Habermas).

El conocimiento puede llevar al ser humano a optar por los mejores líderes que respondan a sus demandas y necesidades. Y la desinformación puede convertirlo en un mero objeto de control remoto de aquellos que controlan las redes sociales.

La instrumentalización de inteligencia artificial y el peligro de la desinformación

Hoy nos percatamos que desafortunadamente con la inteligencia artificial asoma el peligro del control del cual no se puede escapar ninguna persona. Y éste control no nace solamente del poder de la información sino también de la desinformación que puede alienar, manipular y dominar comunidades, países y regiones enteras del mundo globalizado con los fines políticos de determinados grupos de poder.

La inteligencia artificial peligrosamente también puede ponerse al servicio de la desinformación. Los avances en este campo han demostrado que se pueden crear audios y videos falsos, fakenews, desvirtuando todavía más la diluida frontera entre la realidad y la ficción. Y solamente los propietarios y proveedores de las plataformas de las redes sociales tienen el control para evitar las avalanchas de desinformación que circulan por el mundo entero.[2] Pero también, no hay que olvidar que la misma inteligencia artificial se emplea para detectar noticias falsas y la desinformación en las redes sociales.

Un ejemplo del poder que se ejerce a través de las redes sociales en el presente siglo, son los procesos políticos electorales en los que Facebook, Twitter, WhatsApp, Instagram, YouTube, etc., han tenido una gran incidencia. El expresidente Barack Obama consiguió que las nuevas tecnologías del Internet, el correo electrónico, los celulares, los blogs, etc., se convirtieran en la nueva forma de hacer política y logró una empatía con la gente y muchos seguidores. En cambio, la propagación de fakenews ha sido empleada por el expresidente Donald Trump, el expresidente Jair Bolsonaro, la campaña política a favor del Brexit, etc. Esto pone en evidencia que la manipulación política de los ciudadanos a través de las redes sociales no es una ficción, sino que es una realidad.

Las redes sociales se han convertido en el arma más poderosa de muchos líderes políticos. Twitter es la red social que más gobiernos y Ministerios del Exterior eligen para comunicarse. Según una investigación de Burson-Marsteller en el año 2016, 793 cuentas de Twitter pertenecían a jefes de Estado en 173 países, lo que representaba el 90% de los miembros de la ONU. Juntos tenían 324 millones de seguidores. Además, todos los países de Europa y Sudamérica tenían presencia en la red social y sólo 20 países del mundo, principalmente en África y el Pacífico, no tenían cuentas de Twitter según la información del año 2016.[3] Actualmente, el uso de las redes sociales se está universalizando día tras día.

La inteligencia artificial mal empleada puede convertirse en una fábrica de ficción y desinformación con fines políticos a tal grado que se ha convertido en un medio de disputa que protagoniza uno de los grandes conflictos globales: “Internet es el nuevo territorio geoestratégico y la tecnología, el campo donde se decide la próxima hegemonía global. Washington y Beijín están en pleno desafío por su control”.[4]

Las plataformas de las redes sociales están reguladas por quienes las administran. Y la censura puede ser premeditadamente para favorecer una posición política en detrimento de otra postura.

Vivimos en un mundo en el cual abunda la desinformación. La desinformación adormece, embrutece, se impone como un modo específico de pensar, creando un efecto multiplicador como el movimiento de una hélice que da vueltas y la esparce en todas las direcciones con fines instrumentales o maquiavélicos por sectores y grupos de poder.

Es curioso, Nicolás Maquiavelo fue tan genial al desenmascarar la capacidad que tenía quien ostenta el poder para crear falsas impresiones de realidad. Y la inteligencia artificial puesta al servicio de grupos de poder tiene una eficacia impensable. Nicolás Maquiavelo dice claramente que las personas con gran vulnerabilidad obedecen a las necesidades del momento, en consecuencia, aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar. Y el maestro del engaño recurre con facilidad a las apariencias y al éxito como medios eficaces para lograr que se imponga la mentira.[5]

En la era de la cultura digital frecuentemente se toman las decisiones equivocadas por la influencia de la desinformación y porque se oculta la información veraz. Lo más preocupante es que la desinformación tiene capacidad de inducir deliberadamente a la población. Podríamos parafrasear al filósofo Jürgen Habermas, afirmando que uno de los peligros omnipresentes es el interés de la desinformación o, viceversa, la desinformación peligrosamente tiene un interés…

La incidencia de las organizaciones políticas y sociales dependerá del antivirus de la desinformación

El futuro de los movimientos sociales, de las instituciones de la sociedad civil y de la sociedad política dependerá en gran medida de la capacidad de identificar las influencias omnipresentes de la desinformación. Y el éxito de las reivindicaciones de los sectores más vulnerables y de los empobrecidos dependerá de la capacidad de crear los instrumentos necesarios para poder tomar las decisiones políticas identificando la desinformación y apostando por la información veraz.

Las instituciones públicas o privadas, la sociedad civil y la sociedad política, normalmente protegen su propia información y tienen antivirus para conservarla, incluso tienen muros anti-hackers. Sin embargo, todas estas instituciones u organizaciones no tienen el anti-virus para controlar el virus de la desinformación que se está imponiendo en nuestro mundo de hoy.

Los líderes, los cuadros directivos y las personas normalmente toman sus decisiones con la información con la que cuentan, pero no tienen el instrumental adecuado para considerar cuánto de la información que se tiene es una auténtica y verdadera desinformación. La solidez, la estabilidad y la proyección de estas instituciones u organizaciones dependerá en gran parte de la capacidad de tomar decisiones exitosamente teniendo en cuenta la desinformación que ha permeado sus propias instituciones u organizaciones. Y mucha desinformación se difunde porque se emplean eficazmente todos los instrumentos técnicos más avanzados de la inteligencia artificial con una velocidad nunca imaginada.

La desinformación erosiona los liderazgos, las instituciones, desarticula la organización política y los movimientos sociales, y de esta manera se logra imponer hegemónicamente los intereses de los grupos que la difunden. Nunca antes la filosofía de Nicolás Maquiavelo había tenido tanta eficacia universalmente como ahora con el empleo de la inteligencia artificial al servicio de la desinformación en la era de la cultura digital. Tal como se puede percibir en el pensamiento de Maquiavelo: el fin justifica los medios. Y el fin de alcanzar el poder justifica la desinformación. Y la inteligencia artificial en la era de la cultura digital es uno de los mejores medios para lograrlo.

La libertad de expresión como base de la democracia

El 19 de septiembre de 2022, el gobierno de la República de Honduras creó la Dirección General de Información y Prensa, a través del Decreto Ejecutivo PCM 023-2022, como un órgano de la administración central adscrito a la Secretaría de Estado en el Despacho de Planificación Estratégica. Esta institución tiene la facultad de realizar permanentemente un monitoreo y diagnóstico de todos los medios de comunicación, y, la segunda, está vinculada con la realización diaria de un monitoreo y análisis de las diferentes noticias referidas a las acciones del gobierno de la República difundidas en tales medios, tanto nacionales como internacionales.

Obviamente que existe una relación estrecha entre la libertad de expresión y la democracia. La libertad de expresión es una necesidad humana y un derecho fundamental universal. Cuanto más pluralista, tolerante con el espíritu de apertura, más democrática es una sociedad. Pero la libertad de expresión no es un derecho absoluto. Tal como lo plantea el Dr. Joaquín Mejía fundamentándose en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, este derecho puede ser restringido a través de la aplicación de responsabilidades ulteriores por su ejercicio abusivo. Sin embargo, es imperativo que las restricciones estén expresa, taxativa y previamente fijadas por la ley; además, que asegure el respeto a los derechos o a la reputación de las demás personas o la protección de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la moral pública; y no limiten de modo alguno, más allá de lo estrictamente necesario, el alcance pleno de la libertad de expresión y no se conviertan en un mecanismo directo o indirecto de censura previa[6].

El control de fake news es muy importante porque la desinformación deforma la conciencia ciudadana y crea confusión en una realidad tan polarizada como la nuestra en Honduras. Sin embargo, si no hay claridad de los fines del control de la desinformación, el monitoreo y diagnóstico de la libertad de expresión, se abre la puerta a la discrecionalidad de perseguir fines no legítimos que no respeten y salvaguarden los derechos humanos, y contraríen los estándares internacionales en materia de libertad de expresión.

Soñamos con una Honduras libre, soberna, independiente y democrática. En dónde todos podamos expresar lo que pensamos, sentimos, necesitamos y deseamos. Siempre con la responsabilidad humana ante la misma sociedad hondureña. La riqueza cultural, la pluralidad de las organizaciones sociales y políticas y el protagonismo de la sociedad civil se fortalecen con la libertad de expresión y de pensamiento.

De hecho, para la creación de la Dirección General de Información y Prensa, de acuerdo con el análisis jurídico del Dr. Joaquín Mejía, no hubo una mesa de diálogo con la empresa privada, las personas académicas e investigadoras, las organizaciones de la sociedad civil, los medios de comunicación y las personas periodistas y comunicadoras sociales[7] para escuchar sus dudas y preocupaciones, y realizar las reformas pertinentes para incluir sus recomendaciones. De ahí que surgen los temores y las incertidumbres de muchos actores sociales en el país ante el posible peligro de una libertad de expresión restringida.

Esperamos que la Dirección General de Información y Prensa del Gobierno de la República de Hondurasno sea para poner una mordaza a la población, a los medios de comunicación, las organizaciones sociales, políticas, la sociedad civil en su conjunto, ni para convertirse en un organismo que persiga grupos políticos que no comparten la misma opinión del gobierno.

Esto sería lamentable y triste. Pues lo que queremos es refundar democráticamente el país y no un autoritarismo que limite la capacidad de pensar y de expresarse de la ciudadanía. No es lo mismo la falsedad de la información que una opinión opuesta o diversa. Pues cuanto más pluralismo exista más democracia real tendremos en el país, respetando los estándares internacionales de derechos humanos.

El virus de la desinformación se elimina con la buena educación, el cultivo del espíritu y la capacidad crítica, y la alta calidad de la formación en la cultura digital para evitar el abuso y la instrumentalización que los usuarios puedan hacer de la inteligencia artificial, el internet y las redes sociales con fines políticos maquiavélicamente perversos.