Las lluvias producto de la convergencia de la tormenta tropical Pilar y el segundo frente frío de la temporada, inundaron el sur y noroccidente hondureño, dejando al desnudo el alto grado de vulnerabilidad que impera en el país, y que, se agudizó hace tres años por el impacto de los huracanes Eta e Iota.
En el Valle de Sula, las comunidades afectadas por las crecidas del río Ulúa y Chamelecón, han venido demandando la construcción y reparación de los bordos de contención. Si bien es cierto, el reclamo de las comunidades fue escuchado por las autoridades de gobierno y se trabajó en algunos puntos estratégicos.
Sin embargo, el presupuesto no alcanzó y quedaron zonas expuestas a las inundaciones, como es el caso del sector de Guaymas en El Negrito y los ex campos bananeros en El Progreso, Yoro.
La ingeniera Marisa Mena, directora del Centro de Estudios y Desarrollo del Valle de Sula, CEDVS, asegura que con el presupuesto que han recibido intervinieron más de noventa puntos de riesgo de la región norte, elevando el nivel de protección.
Sin embargo, Mena reconoce que hay proyectos de largo mediano y plazo que deben echarse a andar para lograr una protección integral. Mientras tanto, en el corto plazo, deben seguir interviniendo bordos y desazolvando tramos del río para reducir la vulnerabilidad.
A criterio del ingeniero y ambientalista Juan Mejía, el gobierno debe cambiar la lógica de que construyendo bordos y represas se reducirá la vulnerabilidad, reconoce que, aunque son un paliativo, a la larga, generan mayor riesgo para la población.
Mejía propone al gobierno iniciar un plan de restauración y preservación de los bosques para recuperar la capacidad de manera natural retener agua al momento de las lluvias.