Jueves 15, Febrero 2024  

Volver a las comunidades

La pandemia despertó la nostalgia por la vida comunitaria y ahora tenemos la tarea de alimentar esa apuesta.  Las comunidades necesitan su gente sana, educada y bien alimentada como condición de posibilidad para celebrar la vida, defender sus territorios y participar en los asuntos públicos locales y nacionales. Para ello es urgente enfrentar al menos cinco desafíos:

Primer desafío. Retener a su juventud. El desempleo, los bajos salarios y el alto costo de la vida es parte de los repelentes para que los jóvenes huyan de las comunidades, una realidad que se expresa en la falta de constructores, electricistas y artesanos. Ese vacío de su fuerza transformadora está haciendo que las comunidades pasen de productoras a consumidoras.

Segundo desafío. Es urgente potenciar la estructura productiva comunitaria que asegure la alimentación de toda su gente, esto implica políticas públicas que ayude con asistencia técnica, asistencia financiera y proceso de formación para el procesamiento e intercambio de los productos. Políticas que impulse soberanía en la producción comunitaria, sobre la base de la ayuda mutua, la solidaridad y búsqueda del bien común.

Tercer desafío. Una comunidad necesita un sistema educativo que ayude no solo con las materias generales, necesitamos una educación que siembre las bases de la relación de la comunidad con la tierra, el agua, la producción; una educación que siembre las bases para la participación en la defensa de los bienes públicos y de los presupuestos municipales.

Cuarto desafío. La comunidad necesita un sistema de salud que ayude a prevenir las enfermedades, donde se organiza la atención médica en la temporada de lluvia como en el verano, que lleva una base de datos de los niños, jóvenes, adultos y ancianos e implementa todos los conocimientos de la medicina natural y ancestral, y ayuda a romper con la lógica del negocio de la salud.

Quinto desafío. Recuperar la fiesta y alegría comunitaria. A medida se fueron vaciando se ha ido perdiendo sus actividades culturales y religiosas, hasta los encuentros familiares han ido desapareciendo. Necesitamos sacar brillo a las fuerzas vivas de la comunidad y junto ella recuperar el sabor y olor del café y pan, el sudor de la fiesta y la alegría de los abrazos compartidos en cada encuentro.

Desde la comunidad podremos tener hombres y mujeres bien alimentados, sanos y conectados con la naturaleza con la fuerza necesaria para abrir camino a una ciudadanía activa, bien informada, con capacidad de debate, que denuncia, celebra y construye. Desde la comunidad tenemos mayor posibilidad de rescatar la espiritualidad de los pueblos originarios y la dignidad de la gente.  Solo la comunidad nos salvará del individualismo y del hambre.