Dos años han pasado del asesinato de Tomás García a manos de un militar. También dos años han pasado desde que el pueblo lenca de Río Blanco en Intibucá sacó a la empresa DESA de su río ancestral, el Gualcarque.
El pueblo indígena aguerrido de esta comunidad celebra pero llora al mismo tiempo en estas fechas sabiendo que esta batalla la ganaron pero tuvieron muchos caídos.
“Hemos decidido como pueblo indígena no aceptar proyectos pero por esto nos han matado a nuestros compañeros Tomás y Paula, William Jacobo, Maicon y hasta ahora los asesinos andan libres. Estas empresas no vienen a traer desarrollo sino a traer muerte y amenazas. Para nosotros como pueblo indígena nos trae división, apartarnos de nuestros amigos, eso no lo íbamos a permitir”, expresó el presidente del consejo indígena Francisco Sánchez.
Sin embargo Sánchez asegura que siempre están alertas ya que les han informado que DESA está desarrollando los preparativos para instalar el proyecto hidroeléctrico en el sector de la comunidad San Ramón, unos dos kilómetros arriba del primer punto que fue expulsada.
La comunidad organizada realiza recorridos cada semana para vigilar que todo en el río Gualcarque esté en orden y van al gran roble que les dio fuerzas durante la toma de carretera que mantuvieron más de un año. Bajo ese roble las amenazas se superaban.
“Nos sentimos disgustados con estas empresas, alcaldes, autoridades que nos venden el territorio. La toma siempre la mantenemos hoy dicen que van a empezar fuerte la represa que están instalando al lado de santa bárbara pero nosotros siempre estamos pendientes aunque digan que nos van a matar.
EL territorio se defiende, dice Francisco. “Esta empresa nos trajo problemas, nos afectó nuestro río, bosques, territorio. Estamos con dolor de recordar a nuestros compañeros asesinados más porque estos asesinos han quedado sin aplicarse la ley. El que mató a Tomás sigue en el batallón de Siguatepeque, hemos andado en los juzgados pero no hay resultados”.
Espíritu de Lempira revive en Río Blanco que sigue resistiendo ante amenaza de hidroeléctrica
Con el orgullo de su identidad, con la memoria insurgente y con sentido de la historia que están protagonizando; el pueblo Lenca de la comunidad Río Blanco, Intibucá, acompañados de una pequeña llovizna y los rayos del sol, ratificaron su accionar en la defensa del territorio y del sagrado Río Gualcarque, amenazado por la instalación de la hidroeléctrica Agua Zarca.
“Las comunidades en asambleas hemos hablado y decidido hacer el ejercicio de poder y soberanía indígena. Nosotros mismos expulsamos desde el año pasado a las empresas DESA (Desarrollos Energéticos Sociedad Anónima) y SINOHYDRO. Sin embargo el proyecto hidroeléctrico se pretende construir más arriba del lugar”, indicó Adelaida Gómez, del Consejo Indígena Lenca de Río Blanco Intibucá.
La dirigente indígena aseguró que hace más de un mes la empresa DESA está desarrollando los preparativos para instalar el proyecto hidroeléctrico en el sector de la comunidad San Ramón, unos dos kilómetros arriba del primer punto que fue expulsada.
“El problema es que es nuestro río el que se pretende represar no importa el lugar donde se quiera instalar la represa hidroeléctrica, pero nosotros vamos a luchar hasta expulsar definitivamente de nuestra zona a la empresa DESA”, aseguró Adelaida Gómez.
“Nuestras acciones nacen por la negligencia, la complicidad y la falta de respuesta de las autoridades centrales a las demandas legítimas de nuestras comunidades, que hace años estamos exigiendo pacíficamente la salida definitiva del proyecto hidroeléctrico”, manifestó Tomás Gómez, del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH).
Indicó que “este tipo de proyectos representa la entrega de nuestros ríos a manos privadas, violentando nuestra coexistencia, nuestra vida comunitaria y cultural. Ante todo esto no estamos dispuestos a dejar que nos arrebaten lo que es y ha sido ancestralmente de las comunidades indígenas”.
El rechazo de las comunidades al proyecto hidroeléctrico se fundamenta según Gómez, en que el mismo agrede el hábitat, privatiza el Río Gualcarque y sus afluentes por más de 20 años, destruye patrimonios culturales y económicos, y significa la pérdida del derecho humano al agua.
“La privatización del río constituye también una abierta violación a los derechos individuales y colectivos del Pueblo Lenca y violenta los convenios internacionales en los que se protege a los pueblos indígenas”, indicó Gómez.
Lucha permanente
Las mujeres, hombres, niños, niñas, ancianos y ancianas de las comunidades de Río Blanco, están firmes en su puesto y llevan más de dos años montando vigilancia en la ruta que va hasta el río Gualcarque, para impedir la instalación del proyecto hidroeléctrico.
Esta lucha la realizan conscientes de su decisión, que ya les dolió la muerte de una hermana lenca, Paula (en un accidente en la carretera mientras participaba en una acción de práctica de soberanía); y el asesinato de un líder de la comunidad, Tomás García, fusilado por el Ejército hondureño, que también hirió a su hijo, Allan García, mientras participaban en una protesta contra el proyecto hidroeléctrico.
“La criminalización de la protesta indígena, la persecución de muchos modos, la estigmatización de sus líderes en los medios de comunicación, intentando desprestigiarlos, y presentarlos al mismo tiempo como violentos, corruptos, inflexibles y negociadores de la lucha, son parte de una operación de manual contra las comunidades y contra el Copinh quienes hemos sostenido con firmeza la defensa de nuestros territorios, de los bienes comunes, de nuestra identidad y dignidad”, indicó Tomás Gómez.
Pero todas esas campañas y amenazas se olvidan y desvanecen, cuando las comunidades están en su lugar luchando por su presente y por su futuro. Por la continuidad de una lucha que no nació hace dos años, cuando decidieron defender el río sagrado Gualcarque. Es una lucha que nació hace más de cinco siglos, y que tiene nombres emblemáticos en la memoria colectiva: los nombres de los caciques Lencas Lempira, Etempica y Mota, quienes se enfrentaron a los invasores hasta el final.