El movimiento de indignación ciudadana, que surgió del empacho de la población hondureña al salir a la luz pública el desfalco al Instituto Hondureño de Seguridad Social –IHSS-, cumple un año de haber salido a las calles.
Después de 54 movilizaciones de las antorchas, en los últimos meses con menos gente de la que arrancó, la persistencia, la continuidad intentando articularse y la politización del tema corrupción son algunas de las características que sobresalen de las diferentes expresiones o movimientos, comenta el sociólogo Eugenio Sosa.
“Hace algunos años la corrupción se creía que era un asunto de pastores y curas, llevado al ámbito religioso por los desfiles que hacía el Cardenal; la corrupción ahora la gran parte de la ciudadanía la asume como un problema político, como un problema de unas élites económicas y políticas corruptas que han hecho de la impunidad y la corrupción su principal forma de acumulación de capital”, analiza Sosa.
En el último año, ha quedado visibilizado que la corrupción está articulada a la estructura de una élite política tradicional del país; el analista Hugo Noé Pino considera que el surgimiento del movimiento de indignación ha orillado a la clase política y económica a replantear sus mecanismos: “hasta ahora son pocos los mecanismos los que se han dado a conocer de esa vinculación entre corrupción y élite económica y política, pero hay nuevos mecanismos, la corrupción se reproduce de diferentes formas y eso es lo que hay que estar vigilantes”.
Explica que los nuevos mecanismos de acumulación no son “tan abiertos y burdos” como se dieron en el Seguro Social, sino que son a través de concesiones de 20 y 30 años a empresas con muy poca credibilidad y en donde están involucrados “gente de la misma élite económica que tradicionalmente ha gobernado el país”.
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Durante los primeros meses de indignación en las calles, se pudo comprobar que los partidos políticos de oposición se desarrollan en una lógica tradicional que solo busca ser partícipe de procesos electorales, desde ese sentido, se abandona el frente de lucha en las calles, opina el historiador Edgar Soriano.
“El frente de hacer presión y poner a temblar a un régimen y decirle aquí existe una ciudadanía que está indignada, una ciudadanía que necesita reforma, eso es la falencia que se ha tenido desde los partidos políticos, no tener una articulación clara con los distintos movimientos sociales”, apunta.
Ana Ortega, politóloga y feminista, considera que las movilizaciones no surtirán el efecto necesario si no se parte de una reflexión profunda, un esfuerzo de pensamiento y análisis.
“Creo que la lucha en las calles tiene un papel, tiene un impacto pero no se puede seguir en las calles sin una evaluación, aquí se ha hablado de volver y retomar la idea de la praxis que implica estar en las calles pero también repensarnos como un sujeto de cambio”, apuntó.
El gobierno, junto a los grupos económicos y de poder, realizaron una salida mediática al solicitar la Misión de Apoyo Contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras –MACCIH-que se ha empantanado en reformas electorales no integrales, que no es la demanda principal del pueblo: comenzar a atacar la corrupción y la impunidad que carcome la institucionalidad hondureña.