Miércoles 24, Enero 2024  

Éxodo de poblaciones desesperadas

Este primer cuarto de siglo ha sido testigo de la migración como la mayor válvula de escape de la humanidad entera, y de la sociedad hondureña en particular, y como el colchón económico que da mayor estabilidad a nuestras economías. Se podrán venir todas las desgracias juntas, pero habrá decenas de miles de familias que no moverán un dedo para sumarse a reclamos públicos.

Esa es la efectividad de la migración y sus remesas como válvula de escape. La gente se suma al camino de la migración hacia el exterior, especialmente hacia los Estados Unidos, como respuesta desesperada tras experimentar que su vida se hunde hacia abajo, a condiciones más precarias. Las caravanas, llamadas así por los expertos en el tema migratorio, no son sino éxodos de poblaciones desesperadas.

La migración ha adquirido así una connotación de fenómeno social internacional, como ha quedado constatado con la presión que existe en la frontera con Estados Unidos, y como lo vemos en el tránsito creciente de migrantes internacionales por nuestro territorio. Somos un pueblo que hemos experimentado la migración, de ahí que las fotografías, imágenes y rostros vivientes que vemos en semáforos de nuestras principales ciudades de gente extranjera que pide ayuda para proseguir su camino, nos afecta hondamente, porque somos un pueblo con hondas huellas migratorias.

Hemos de seguir tercamente exigiendo que se definan y clarifiquen las políticas migratorias en el gobierno, y que las mismas estén en sintonía con los convenios y estándares internacionales de protección y derechos de las poblaciones migrantes. En la medida que crece el fenómeno migratorio hasta desbordar nuestras capacidades, el desafío pastoral para las comunidades eclesiales es mayor. Por eso mismo, se ha de fortalecer la dimensión social para dar consuelo y asistencia a las poblaciones en tránsito, denunciar los atropellos y establecer puentes de solidaridad y propuestas nacionales y regionales.

Y la Iglesia está llamada a ser promotora de la promesa esperanzada que la sitúe en sintonía con lo que dice la tradición profética: “Partieron, en medio de lágrimas, pero los haré regresar contentos (…) los reuniré de todos los países adonde los empujé…los haré regresar a este lugar… y les daré un solo corazón y una sola manera de vivir… y los plantaré sólidamente en esta tierra, con todo el empeño de mi corazón” (Jeremías 32,3741).