Lunes 18, Marzo 2024  

Vámonos pues a la milpa

La milpa es el lugar donde cultivamos maíz, frijoles, ayote, yuca, guineos, camote, chile y malanga. Es donde sembramos la semilla y vemos cuando brotan los retoños, vamos viendo crecer la planta hasta que nos da la cosecha y la saboreamos. Es agua y es quebrada. Es patio de corral con el alborozo de los animales. La milpa son árboles frutales y son flores. La milpa es comunidad.

Con la milpa aprendemos a cuidar la tierra y el agua, a usar el machete y el azadón. Aprendemos a hacer pan y a saborearlo en la comunidad de amigos y amigas en el andar por la vida compartida. Es sembrar la caña y luego nos tomamos su jugo. En la milpa aprendemos los ciclos de la lluvia y buscamos cuidar la naturaleza para que esos ciclos no se sigan trastocando con el cambio climático.

¿Por qué si de la milpa brota tanta vida y riqueza, se abandonó en las últimas décadas? Porque nos dejamos ganar por la agro industria y por el brillo de los supermercados y los refrescos embotellados, las comidas rápidas y los churros. Nos dejamos ganar por la agroindustria que produce en grandes cantidades, y perdimos el amor a la tierra.

Para impulsar la agroindustria se necesitaban tierras fértiles y se apostó por quitárselas a los campesinos individuales y a los organizados en cooperativas o empresas asociativas. Se eliminó la Ley de Reforma Agraria y se aprobó la Ley de Modernización Agrícola; así las mejores tierras dejaron de producir alimentos y pasaron a producir productos para un mercado controlado por transnacionales que se forran de plata y dejan a la mayoría de campesinos más pelados que un pollo desplumado.

¿Qué ha hecho la gente del campo? Mucha gente emigró a emplearse a esas grandes empresas, y muchos miles agarraron sus mochilas para irse pal norte carnicero. La hermosura de la milpa se perdió y en su lugar brillaron las grandes plantaciones de mono cultivos. Quedamos con un campo sin campesinos.

Para volver a la milpa hay que cambiar el chip, recuperar el amor que se perdió a la tierra y ejercer presión social para que haya cambios en las políticas públicas. Cambiar el chip quiere decir reconocer que las transformaciones no se harán solo desde los escritorios ni solo desde los puestos públicos. Significa recuperar el amor a la milpa, y así darnos cuenta de que mirar a la computadora y por igual ver y tocar la tierra nos dará un sabor hermoso a naturaleza y vida. Así seremos mucho más productivos y creativos. Y lo que producimos en los escritorios y reuniones será no solo de lo que nos sale de nuestra mente y del google, sino de esa cercanía con la madre naturaleza.

De la milpa experimentamos algo sencillo y a la vez profundo: de la semilla nace la planta y los frutos que nos dan alimentos, y aprendemos que así como nace la semilla así nace y crece la comunidad, anclada en la tierra, y así descubrimos el regalo de la nueva siembra popular que nos conduce a descubrir la riqueza y belleza del compartir que nos dignifica y nos hermana con la tierra.