Por: Donadín Álvarez, escritor hondureño

Asistir a un concierto se ha convertido en un lujo en Honduras debido al incremento exagerado de los precios de las entradas. Y esta tendencia también se ha observado en el resto de América Latina, Norteamérica y Europa. Son cientos de miles los fanáticos desencantados con sus ídolos de la música al verse imposibilitados de asistir a un concierto debido al alto precio.

En un estudio presentado por la Casa Blanca en el 2013, durante la administración de Barack Obama, titulado “Tierra de esperanza y sueños: rock and roll, economía y reconstrucción de la clase media” se plantea que la industria de la música ha experimentado un cambio profundo en los últimos 30 años. El precio de la entrada promedio para un concierto aumentó casi un 400 % entre 1981 y 2012, mucho más rápido que el aumento del 150 % en la inflación general de los precios al consumidor y consumidora.

 
No se duda que el porcentaje de incremento para este 2023 es muy superior al planteado en el informe citado. A pesar de todo lo anterior, es curioso que las entradas para estos conciertos siempre se agotan en tiempos récords. 

La inflación y el encierro durante la pandemia son las dos principales razones a las que se les atribuye este aumento en todo el mundo. En relación con el primer argumento, en el contexto hondureño, cifras del Banco Central de Honduras señalan que en nuestro país para mayo de este año la inflación subyacente interanual ya era de 6.62%, lo que justifica en cierta medida el incremento en los costos operativos del montaje de un concierto. Y en cuanto a lo otro, el encierro ocasionó pérdidas que los artistas quieren recuperar con los precios de los nuevos conciertos a partir de este año. A nivel internacional, incluso, se señalan los aumentos en los costos de producción, los viajes y el precio de la energía debido a la guerra en Ucrania. Hasta este punto, todo parece razonable pues la industria de la música es un negocio y los fanáticos de los artistas son los clientes.  

Ahora bien, es importante analizar dos aspectos colaterales que han incidido en esta situación: los cambios en la forma de consumir música en la era digital y la creciente desigualdad social y económica en el sistema capitalista. 

En momentos actuales donde ya casi nadie compra un casete o un disco compacto, ni siquiera pirateados, y los servicios de distribución digital de contenido multimedia a través de la web (streaming) son cada vez más demandados, la industria de la música no podría quedarse de brazos observando cómo la ley de la oferta y demanda parece favorecer a los consumidores de música del siglo XXI a tan bajo costo a través de las plataformas digitales. La respuesta ha sido la siguiente: elevar los precios de las entradas de los conciertos para ver a los artistas a cambio de la enorme cantidad de música disponible en los ordenadores y dispositivos móviles de los consumidores. Las disqueras han sabido transformar un concierto en un momento de exclusividad que reafirma el prestigio de quienes sí pueden pagarlo. ¡A las leyes del mercado no se le puede ganar!

Entonces, al elevarse los precios la desigualdad social se ve mucho más marcada pues son pocos quienes pueden comprarse un boleto de entrada a pesar de ser tan caro, si se les compara con los muchos más que ya no lo logran. Y aunque la palabra “pocos” es en relación con la mayoría que ya no asiste a los conciertos, estos “pocos” siguen siendo lo suficientemente numerosos en cada país como para llenar los estadios cada vez que se presenta un artista diferente. Se trata de las personas con el poder adquisitivo más alto cuyos elevados precios no les limita a disfrutar de los espectáculos musicales. 

En contraste con este panorama artístico, encarecido y excluyente, siempre existen alternativas musicales que en ciertas ocasiones superan con creces en calidad a los artistas que se dedican a aceitar el engranaje de las leyes del mercado. Tal es el caso de la banda musical cubana Buena Fe que desde el 2001 con su producción “Déjame entrar” se ganó un espacio importante en la palestra cubana y con el paso del tiempo y sus posteriores producciones musicales logró llegar a más personas de otros países.

Buena Fe no es una banda parecida a la de nuestras latitudes. Su letra, su ritmo, su melodía, sus vídeoclips, entre otros aspectos, revelan su excelente preparación artística que dista mucho de lo que estamos acostumbrados a escuchar y ver en los conciertos montados en nuestro país.

Resulta sorprendente que Buena Fe brindará un concierto en Honduras, específicamente en El Progreso, Yoro, en las instalaciones de Radio Progreso-ERIC, este próximo 16 de septiembre y como es propio del espíritu humanista de la banda y de la radio el concierto no tiene un precio. Los que gustan de consumir una música de elevada calidad podrán ver en persona a los reconocidos Israel Rojas y Yoel Martínez y dar una contribución voluntaria. Y todo se dará para celebrar el paso y compromiso del padre Guadalupe Carney por nuestras tierras.

En medio de tantos conciertos económicamente inaccesibles y algunos de sospechosa reputación, genera mucha alegría estar a la espera de estos talentosos artistas cubanos pues uno se emociona mucho cuando no prima la voracidad del mercado sino cuando el concierto es de Buena Fe.