Jerson Martínez,

Estudiante Universitario.

05 de junio de 2019


Mucho se ha contado ya sobre las manifestaciones en Honduras. Desde noviembre de 2017 en la crisis post-electoral, hasta las últimas protestas del pueblo hondureño en defensa de la salud y educación pública. Ha habido relatos con el ánimo de desprestigiar las protestas y ha habido esfuerzos cuya misión ha sido dar voz a los sin voz.

Mi intención no es otra que tratar de transmitir los sentimientos que he experimentado y la esperanza que he observado en las manifestaciones del pueblo hondureño que exige el respeto de sus derechos.

Sin despreciar la imprescindible participación de adultos en estas acciones, debo decir que la lucha en Honduras tiene rostro joven… rostro de mujer.

Se ha hablado mucho de que somos una sociedad deprimida, y hay muchas pruebas de que efectivamente hay un nivel alarmante de depresión y desesperanza en el país, las estadísticas de suicidio en los últimos años así lo comprueban. Pero, en tiempos como en los que vivimos hoy, seguir hablando de depresión y desesperanza sería fatal… no se cura a un enfermo o enferma hablándole de lo grave que es su enfermedad, sino acompañándole solidariamente.

Ese rostro femenino y joven de la lucha, es capaz de mostrar esperanza en tiempos oscuros de violencia y adversidad. Y a eso me quiero referir, a la capacidad de un pueblo de tener esperanzas en tiempos difíciles, tiempos, al parecer, de depresión… a pesar de la situación crítica del país, los muchos rostros de la lucha social actual no están decaídos. De hecho, manifestarse en contra de lo que no hace bien al Pueblo, es en sí misma una acción de que hay esperanza que la situación cambie, porque si no tuviéramos esperanza ¿qué sentido tendría creer y luchar por la transformación de la realidad?

Quiero mencionar varios gestos que, en estos días de acción y represión fortalecieron el sentido de comunidad o colectividad, nos animaron a continuar en las calles.

Son pequeñas acciones como compartir el agua…

Compartir tortillas con queso a la hora del almuerzo

Jugar fútbol o bailar durante la manifestación…

Reír, compartir el momento… como dice una frase por ahí: “acciones pequeñas, que hacen más grande al mundo”.

Todo eso a mis ojos, son signos de esperanza que me dicen “la cosa puede cambiar, y va a cambiar…” Creo que no está lejos el tiempo en que, quienes hoy somos la juventud hondureña, diremos a los niños y niñas: “hace algunos años, cuando éramos jóvenes, nos organizamos para luchar por nuestro país, por nuestros derechos, por la democracia…”

Quizá esté siendo un poco romántico con lo que digo, pero recuerdo las palabras de la gran Juana Pavón, poetiza hondureña: “Aquí sólo podemos vivir enamorados…”

Y es precisamente ese sentimiento el que es capaz de provocar todo lo que he observado durante las últimas manifestaciones, son signos del gran amor de la ciudadanía por su país, por el futuro de sus niños y niñas, por su gente.

Cuando la situación haya cambiado, estas líneas serán un bonito recuerdo de tiempos difíciles que nos toco vivir, y ante la cual con valor y con miedo decidimos no desmayar.


Jerson Martínez,

Estudiante Universitario.

05 de junio de 2019