Sally podrá jubilarse de Trocaire, pero se hizo tan catracha que toda su vida, su sonrisa y sus sarcasmos, su fina y aguda mirada y sus fuertes como ácidos comentarios sobre lo que hacen y sobre todo deshacen los políticos y funcionarios públicos, se quedan en Honduras y seguirán revoloteando entre todas las personas y organizaciones que la conocimos y tuvimos relación de trabajo y de amistad con ella.
Ese extrañísimo acento de voz, y absolutamente peculiar, que es por igual catracho y anglosajón solo se lo he escuchado a Sally, tan apasionadamente hondureña como apasionada por la justicia y los derechos de las víctimas. Así es Sally, y así la he conocido a lo largo de los años. Excesivamente capitalina, diría yo, y demasiado confiada en el aporte de las comidillas de los pasillos de las burocracias, de las comidas y las tardes con café.
Una mezcla de frialdad cerebral con ardiente corazón, y una rara mezcla de calculadora inteligencia con ingenuidad a flor de piel. Así tengo presente a Sally. Todavía recuerdo como si hubiese ocurrido hace un rato, pero fue a finales de 2001, cuando en mi oficina de mi polvoriento como sofocante pueblón de El Progreso, le presenté unos cuantos papeles sueltos en los que había tratado de pergeñar una lectura de la coyuntura hondureña de aquellos meses de campaña política que llevarían al panameño Maduro a la presidencia de la República.
Eran mis primeros papeles de análisis hondureño luego de pasar varios años fuera del país. Se los entregué, y ella con su piel pecosa y pegajosa por la desesperante humedad del Valle de Sula, y con su vista aguda como mirando a cualquier parte menos a los papeles que le había puesto enfrente, me dijo, haciéndolos a un lado con una franca señal de restarle importancia, “desde aquí no vas a hacer ningún análisis serio. Tenés que estar en la capital, porque allí se dicen y se conocen todas las cosas en los pasillos”.
No sé si cerca de quince años después, Sally ha cambiado de opinión. Pero a mí sí me ayudó a no perder la mirada de la capital, así como también me ayudó a lo largo de todos estos años a poner en cuestión todo lo que se dice y se murmura en la capital. Lo que en esa selvática capital se dice ayuda tanto para el análisis como para entorpecer una seria mirada nacional. Aquel comentario me ayudó a no perder nunca el interés por estar presente en la capital, pero también me ayudó a no vivir solo de lo que la capital ofrece, sino a buscar la complementariedad. Hoy hemos logrado tener una frecuencia de nuestra Radio Progreso con su antena en uno de los cerros que circunda la capital, y ya vamos contando con una cabina y con una oficina del ERIC para tener un pie puesto en esos pasillos y en esas oficinas por donde ha andado Sally, sabiendo tener muy firme el otro pie en la zona noroccidental de nuestro país. Sin saberlo, Sally inspiró a que no solamente visitáramos la capital, sino a que estuviéramos en la capital “en presencia y en figura”.
Dicho lo dicho, lo que sí queda claro es que sally logró que Trocaire tuviera presencia en todo el país. Sea que uno vaya a occidente o al Aguán, o al sur o en el oriente o en el Valle de Sula, siempre se encontrará con alguien que diga que su organización tiene relación con Trocaire, y que Trocaire apoya sea en agricultura como en derechos humanos, como en agua y saneamiento ambiental, como en construcción de viviendas y en medios de comunicación, Radio Progreso y el ERIC somos testigos de ese paso de Trocaire, como un día Pedro dijo de Jesús, “haciendo el bien”. Y en todo ese bien que ha hecho Trocaire queda la huella de Sally. Por eso, y por muchísimas anécdotas, Sally no sale ni de Trocaire ni de Honduras. Se queda, Y en muchísimos de los corazones hondureños. Y en el de Radio Progreso y el ERIC también. Por supuesto.
Texto escrito por Ismael Moreno,sj (P. Melo) el 11 de marzo de 2015