Nuestra palabra
Miércoles, 17 Octubre 2018

Caravana

La caravana nos despertó de golpe de nuestras modorras. La caravana no es un acto político premeditado para desestabilizar a Juan Orlando Hernández. Es un acto público y en movimiento hacia el norte que expresa la desesperación de un pueblo que ya no soporta su estado actual de postración y abandono. La caravana pone al desnudo un Estado desestabilizado por obra y arte de los corruptos que habitan en torno a la mafia que lidera Juan Orlando Hernández.

De la caravana se pueden decir muchas cosas. La caravana es un parto de políticos opositores que usan a la gente para desestabilizar al gobierno, al formidable gobierno de la vida mejor y de los triunfos sobre la inseguridad y violencia declarados en foros internacionales. Así se hacen eco los medios de comunicación, los mismos que alaban los triunfos de Juan Orlando Hernández.

El gobierno de los Estados Unidos y su Embajada en Tegucigalpa también tiene su versión. Cómo es posible que tanta gente quiera irse ilegalmente hacia Estados Unidos si aquí el gobierno ha hecho cambios tan sustanciales que merece la pena seguir viviendo e invirtiendo dentro del país.

De la caravana se pueden decir miles de cosas. Y hasta quizás ha habido algo de inducción. Pero esta caravana es sencillamente la expresión de un fracaso político. Un fracaso de los políticos y de la política hondureña. Un fracaso del modelo de desarrollo basado en la inversión en la industria extractiva y en la privatización de los bienes comunes y servicios públicos. Es la expresión de la corrupción y saqueo de las instituciones públicas. Es la expresión del abuso de la paciencia de la gente por parte de quienes han manejado el Estado.

La caravana es un amasijo de gente desesperada que sin buscarlo sorprende y estremece toda la institucionalidad y a todos los tomadores de decisiones. Y lo que hacen es señalar con el dedo a otros responsables, hay necesidad de buscar chivos expiatorios, porque la caravana es el gran dedo popular que señala y acusa a los políticos y altos empresarios, a la Embajada y a todos los sectores que tienen que ver con la toma de decisiones, como responsables de los desastres hondureños.

La caravana no se va. Los miles de compatriotas de estos días proseguirán su camino en franca huida de la pesadilla hondureña. Pero la pesadilla se queda en territorio hondureño. Y los que alimentan esa pesadilla con su rastra de mentiras, siguen en sus puestos y siguen tomando decisiones. Mientras prosiga esa pesadilla impuesta, nadie hará desaparecer la desestabilizadora caravana hondureña.

 

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