Rebeldía juvenil que necesitamos
Cuando nos acercamos a experiencias de vida como la huelga bananera de 1954, impacta que los huelguistas tanto sus dirigencias como sus bases, eran jóvenes de entre 20 y 30 años. Y la juventud impregnaba su rebeldía a toda la población involucrada.
Para el caso, las mujeres que cocían huevos o guineos verdes para llevar a los huelguistas eran muchachas de entre 15 y 20 años, y la retaguardia que divulgaba sus luchas y consignas eran estudiantes universitarios que apenas pasaban los veinte años.
Estos datos de rebeldías juveniles estremecen muchas de nuestras concepciones y percepciones, y con frecuencia damos por sentado que aquella gente luchadora eran personas mayores, de 40 años para arriba. Y la realidad nada tuvo que ver con adultismos. Los hitos más hermosos y transformadores en nuestra historia han sido impulsados por las juventudes. Las gestas de las antorchas o las luchas contra el golpe de Estado o el fraude electoral estaban nutridas de juventudes.
Todavía hoy han contamos con veteranos de aquella gesta del 54, la más grande de nuestra historia nacional, y esa gente veterana está viva todavía por una sencilla razón: era jovencita, y si no veamos y escuchemos a Don Esteban Elvir. Cuando conmemoramos hace 20 años los cincuenta de la huelga, logramos ver, escuchar y abrazar a casi toda la dirigencia de aquella gloriosa huelga bananera. Rondaban entonces los 80 años, es decir, tenían 30 o menos años y fueron los grandes conductores de aquella gesta.
Las grandes hazañas de la historia hondureña han sido conducidas y lideradas por la juventud. Lo que llevamos del siglo actual advertimos de que la vida entera está mayoritariamente conducida por gente mayor, en una sociedad adulto centrista, y cuando los que tienen menos edad asumen cargos públicos, es porque son obedientes o repetidores de palabras y actitudes de viejos caudillos.
La irrupción de la rebeldía juvenil es una gran necesidad histórica. Necesitamos de una juventud al modo de la dirigencia obrera de 1954, llena de mística, organización, desprendida de caudillos, no apegadas a puestos, constructora de pensamiento propio, y con su corazón puesto en las transformaciones profundas de la sociedad. A esa juventud es a la que hemos de dejar que asuma el lugar actual para así tengamos la firmeza de decir que setenta años después, la huelga nos convoca.
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