Juan López,

DPD, Pedagogo.
22 de mayo de 2019


 

Hablar de sexualidad es hablar de lo que somos. No existe un átomo humano biológicamente hablando que no sea sexuado y el desarrollo pleno de la vida se resbala por esta dimensión que en la sociedad posmoderna sigue siendo reprimida. Siguiendo la teoría de Maslov un ser humano que no disfruta su sexualidad como dimensión humanizante, está incapacitado para ascender a los estadios superiores del desarrollo psicológico, social, político y cultural. Es importante el ejercicio introspectivo contemplativo del murmullo se deseos, sensaciones, imaginaciones, sentimientos, impulsos sintiendo la sana tentación erótica que brota de ese mundo interior en ebullición, eso es dejarse encontrar por quien nos ha creado. Teológicamente soy creación de Dios, soy lo que Dios quiere que sea y no puedo renunciar a ello. Dios se ha quedado en el humano a través de la “picardía” sexual y es su manera de ser vida y muy hermosa. La vida sexual es una dimensión que nos debe gustar y saber disfrutar. La sexualidad es una forma de ser de Dios, una forma de dejarse encontrar y de encontrarnos. La eroticidad sexual en la teoría de Erick Fromm es una dimensión de amor que plenifica y debe ser vivida de tal modo que humanice puesto que tiene una subyacencia espiritual trascendente. La eroticidad sexual es un hervidero interior en el que el espíritu hacedor de todo se expresa.

La sexualidad ha sido una dimensión humana muy reprimida. En la sociedad capitalista el ser humano esta privado de la libertad sexual a pesar de la práctica desenfrenada, los códigos morales, sociales, políticos, jurídicos y penales reprimen y condicionan la interioridad por el que el humano debe avanzar hacia su plenificación. La sexualidad es una práctica vocacional, como lo es la abstinencia sexual para ciertas personas, aunque no todas lo viven vocacionalmente. Teorizar sobre esta dimensión humana es un acto de honestidad ante los índices de represión sexual en la sociedad contemporánea, la persona heterosexual dominante, la homosexual, transexual, bisexual, lesbianidad, etc., alcanza su plenitud con la eroticidad sexual que afirma su identidad. La sexualidad tiene su propio cauce natural y debe recorrer el mismo cauce para afirmar la identidad, toda decisión u orientación sexual producto de la impotencia no construye identidad pues se queda en un comportamiento carente de vitalidad. Históricamente hemos estado sacudidos como personas y como sociedad por el fenómeno de la violencia sexual, talves ahora la sociedad se atreve a visibilizar tal violencia y reconocemos la magnitud de sus impactos, pero lo que conocemos públicamente de la violencia es mínimo ante lo que pasa en el silencio.

Soy hombre condicionado por la cultura oficial que rige las relaciones entre mujeres y hombres y entre otras orientaciones sexuales. Mi concepción se funda en principios de orden ético, filosófico más que legal; “lo que le hagas a uno de estos más pequeños que son mis hermanos, me lo haces a mi” es decir, lo que hagamos a un ser humano hombre, mujer u otra orientación, se lo hacemos al hermano referente en la lucha por la liberación integral. Jesús quiso tomar cuerpo en el cuerpo de la otra u otro desde donde habla exigiendo amor y afecto y en combate abierto frente a la violencia, el proceso liberador empieza por nosotros mismos que hemos olvidado el principio rector de la identidad humana y cosificamos la prójima o el prójimo. En esta conducta cosificante se expresa la cultura del orden patriarcal que el modo de producción vigente impone, no busco relaciones de “igualdad de género” sino relaciones de justicia y ternura entre los seres humanos. Hay hombres acusados de acoso y violación hacia una o varias mujeres mientras la mayoría está en el anonimato, tal comportamiento se debe a la posición que el hombre ocupa en la estructura social que según la cultura actual faculta para tal acoso, pensando en la impunidad. Hombres que nadan en la miseria, dirigentes, funcionarios públicos, empresarios, religiosos tienen su víctima en algún sitio. Pero todo cambia y quienes han sido víctimas se van organizando y van tomando su lugar en la estructura social.

Esta conducta cosificante es la expresión del miedo. Tenemos miedo al amor, a la ternura, al afecto, a la contemplación enamorada, la mirada tierna, la palabra acentuada, el trato franco, el respeto a la libertad de la otra persona, a la caricia en libertad. Tenemos miedo a la libertad de las otras personas como la burguesía tiene miedo a la libertad del pueblo y por eso lo oprime, lo reprime y cosifica. Para nosotros los hombres sentirnos tan machos no es ser hombre, es ser víctima del miedo que nos convierte en victimarios. La sensación que produce la captación visual de la hermosura objetiva o subjetiva en la otra persona es normal, es expresión de encuentro. Alguien mira un campo, un río, un valle, una flor y le gusta, este gusto y placer es la manifestación de la química que la biología lleva inscrita naturalmente, no lo podemos obviar. La violación comienza cuando ese alguien desenfrena su ambición y se apropia del campo, el rio, el valle, la flor u otro elemento vital haciendo uso de las distintas formas de perversidad posible.

Pasa lo mismo con la captación de la belleza corporal, intelectual y espiritual de las personas, nos debe gustar y debemos decirlo a todo pulmón, es la química humana o el poder espiritual que el ser humano irradia a través del cuerpo. La violación comienza cuando uno se apropia de la otra u otro y hace uso del control, la manipulación, la coerción, la superioridad de posición, el acceso de los medios para limitar la libertad de la otra u otro o se aprovechan momentos y situaciones de vulnerabilidad psicoemocional en que la otra persona es fácilmente víctima. El hacer del otro u otra mi propiedad privada, una cosa que puedo utilizar, es la manifestación del patriarcado capitalista que cosifica los medios de producción y nos hacer ser egolátricos. El amor no permite la utilización ni la apropiación, el amor libera. El amor se escurre por todos los poros de la sexualidad humana y llega a lo temible, lo asqueroso y por lo tanto reprimido por el Estado y la sociedad, lo erótico. La eroticidad nadie la escogió, está inscrita en la naturaleza del desarrollo energético humano y es inspiración del amor de Dios, es el culmen de la química y debe ser vivida en libertad y para la libertad. La experiencia de vergüenza, de culpa, de dolor, de exclusión y de rechazo que vivimos, es por un lado producto de no seguir el cauce natural de la sexualidad erótica, y por el otro es el precio que imponen los códigos morales de la cultura construida alrededor del miedo y el asco al cuerpo en lo público, pero vivido desenfrenadamente en privado. ¡Lástima que hemos hecho de nuestra sexualidad y eroticidad tan rica y fascinante, un instrumento de tortura para la otra o el otro!.

La militancia en un proyecto de cambio de la estructura económica, social y cultural de la sociedad es un proyecto de amor, de verdad y justicia. Reconozco que la sexualidad y la eroticidad deben reorientarse hacia el cauce del amor, porque el amor es expresión práctica de la política. El proyecto se fundamenta en personas y cada una debe crecer en lo humano, social, político y cultural, pero se deben crear condiciones para tal crecimiento. Soy individuo pero individuo social, no puedo vivir separado de la colectividad y eso, me hace más adulto, maduro y autónomo. El proyecto político es asunto de organización, el individuo mujer u hombre vive en organización y esta, debe recoger todos ingredientes necesarios para educar y transformar. Lo que ocurre en las organizaciones sociales, campesinas, sindicales, no gubernamentales, gremiales, filantrópicas, partidos, iglesias, etc., en relación a la violencia y violación sexual, laboral, de expresión, nos indica la enorme debilidad humana y política de la membresía de nuestras organizaciones que se convierten en espacios de vulnerabilidad para las mujeres y para hombres asignados a tareas se supone “inferiores” en la estructura orgánica.

Los centros de trabajo deben ser centros de alegría y de vivencia plena, de cultura y expresión artística, debe prevalecer el amor y el espíritu de libertad. La reflexión y el dialogo de lo que se piensa, se siente y se ama, por supuesto que nuestra dimensión erótico sexual no puede estar ausente en nuestro programa de educación política en la organización, porque allí se profundiza en la mística militante para salir al trabajo con el pueblo. Ni una mujer, ni un hombre, nadie, debe sentir el mínimo temor en una oficina u otro lugar, cada centro donde se concentran personas debe ser un jardín de flores naturales para desarrollar el sentido de la curiosidad y la admiración. Siento que hay en el ser humano y el mundo laboral actual una especie de desierto interior, las tareas son agotadoras y los impactos enormes, en algunas las relaciones son tan verticales y opresores que no hay tiempo para la risa, la contemplación, la meditación, la lectura, el debate, el baile, el canto y la música. Tenemos que darnos tiempos para crecer como personas sanas, libres y amantes. Es el único camino para educar y evitar el canibalismo patriarcal y destructor de libertades y caricias.

Cada organización jurídica se rige por leyes y reglamentos internos que deben prevalecer y si no reúnen los postulados filosóficos hacia el bien y la verdad, deben ser ajustados, mas no manoseados. Las organizaciones y movimientos sociales deben contar con un reglamento básico legitimado que implique mística de trabajo político popular. Ante la conducta violenta y utilitarista de muchos hombres, en mínimo grado de mujeres, debe haber firmeza en la organización, las faltas leves o graves implican sanciones menores o mayores consignadas en los estatutos. Los códigos penales y la privación de libertad no resuelven la cultura patriarcal, al contrario la aumentan. Tristemente mientras la sociedad avanza hacia el desarrollo y la transformación política en que pueda crear los tribunales populares para deducir responsabilidades y dictar medidas a un victimario, la victima tendrá que hacer uso de las actuales instituciones Estatales que nos han llevado a esta debacle sistémica condenable, porque es cierto, un sujeto que representa riesgo para otra persona o el colectivo, debe estar bajo medidas de control.

El nuevo hombre y la nueva mujer que aspiramos estará perfecta hasta que se haya destronado el orden actual injusto, socialmente somos el producto de esas condiciones de injusticia y violencia estructural, pero el proyecto de cambio hacia el amor pleno debe implicar trabajar duro en la educación humana y política de los miembros y miembras de las organizaciones que predican el cambio. Es inaceptable que una organización mantenga un discurso y postura firme frente al opresor y permita a sus miembros reproducir el orden dominante, violento y cosificante. El proyecto de transformación estructural sostenible se levanta con personas y organizaciones que pedagógicamente crecen humanos, moral y políticamente.

Amigo lector o lectora, este escrito puede estar cargado de ingenuidad y se acepta su admisión, acogida, cuestionarlo, rechazarlo, despedazarlo o tirarlo a la basura, pero siempre antes espero su opinión, análisis y crítica argumentada que hará mucho bien para seguir creciendo. Muchas gracias.


Juan López,

DPD, Pedagogo.
22 de mayo de 2019